La Junta de Castilla y León atribuye nada menos que el setenta por ciento de los incendios forestales a la mano del ganadero, bien de forma intencionada o accidental, pero al fin y al cabo a la mano del ganadero y el agricultor
DEMASIADOS INTERESES CON LOS INCENDIOS FORESTALES
José Antonio Turrado Fernández*
La Junta de Castilla y León atribuye nada menos que el setenta por ciento de los incendios forestales a la mano del ganadero, bien de forma intencionada o accidental, pero al fin y al cabo a la mano del ganadero y el agricultor. Esto que se desprende de un informe de algún funcionario que ha querido colmarse de gloria con el descubrimiento, se ha dicho ya en boca de algún responsable político como el Delegado Territorial en León, Eduardo Fernández.
Lo fácil para los responsables del medio ambiente es atribuir los incendios a la quema de rastrojos, al control del matorral, a la mano cerillera de los pastores que todo lo arrasan para aprovechar una buena otoñada. No se dan cuenta los ingenieros, o no quieren darse, de que las cosas ahora han cambiado, que la ganadería no es lo que era, que su manejo es diferente, que el ganadero está sensibilizado con los temas medioambientales. Y no quieren darse cuenta de que ahora, a diferencia de hace unos años, hay otros intereses en juego mucho mayores desde el punto de vista económico que los de los ganaderos. Poca importancia tienen unas hectáreas de más o de menos de pasto, comparado con los jornales de los cientos y hasta miles de puestos de trabajo que se emplean cada año en la campaña contra incendios. Cómo se puede comparar los intereses económicos de quienes se pegan por unos hierbajos, con los de empresas que alquilan helicópteros o avionetas para luchar contra las llamas. Cómo se puede apuntar con el dedo a un ganadero en extinción que pastorea unas cabras o unas ovejas para ir mal viviendo, y no se apunta con el dedo a las empresas madereras que hacen «el agosto» cada vez que las llamas arrasan un monte arbolado.
Podemos asumir que algunos incendios se pueden causar por negligencia de agricultores o pastores. Poca negligencia, pues la gente del campo suele saber detrás de lo que anda incluso cuando quema rastrojos. Podemos asumir algún caso residual de incendio provocado por algún agricultor o ganadero. Pero tendrá que asumir y reconocer la administración, y la sociedad en su conjunto, que hoy los incendios forestales tienen muy poco que ver con las labores agrícolas y ganaderas, y cada vez menos.
Yo, a diferencia del Delegado de la Junta, no voy a apuntar a nadie con el dedo. Solo afirmo que los nuestros no son. Y constato que hay otros con muchos más intereses para quemar el monte que las gentes del campo: los maderistas, los que se ganan el jornal apagando fuegos, los que alquilan medios de extinción, y otros grupos económicos que no vamos a detallar. Después estarán los que queman porque están cabreados con la política forestal de la Junta, queman los que tienen alguna patología que les da por echar cerillas encendidas, y hasta los de la paella. Son muchos a quemar, pero las Administración solo apunta con el dedo a los cabreros y a los merineros, quizás porque es lo más fácil, o porque son los que peor pueden defenderse de las acusaciones gratuitas.
León, 4 de julio de 2005
*Secretario General de ASAJA de León