No seré yo quien felicite a los burócratas y políticos de la Junta por la fabulosa idea de poner en marcha, con carácter experimental, la utilización conjunta de los servicios de autobuses rurales y las rutas de los colegios.
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No seré yo quien felicite a los burócratas y políticos de la Junta por la fabulosa idea de poner en marcha, con carácter experimental, la utilización conjunta de los servicios de autobuses rurales y las rutas de los colegios. Y no les felicito porque no sea buena la idea, pues al contrario, pero no le corresponde la autoría, pues era una demanda de la gente de los pueblos, cargada de sentido común, que la Junta nunca ha escuchado. Esto ya se le había ocurrido hace mucho tiempo a los señores y señoras mayores de mí pueblo, gente humilde de nunca tuvo la oportunidad de estudiar bachiller, que cobra escasos quinientos euros de la Seguridad Social, y que se encuentran con múltiples limitaciones en sus vidas cotidianas por el nefasto servicio de transporte público. Incluso cuando parecía que había dinero para todo y para casi todos, los usuarios del servicio de autobuses de los pueblos no entendían el no poder subirse al del transporte escolar, también medio vacío, si el horario se acomodaba mejor a esa cita con el especialista de Atención Primaria, con el horario de los análisis médicos, con la apertura de las tiendas y farmacias, o con el enlace de otros servicios de transporte desde las cabeceras de comarca a la capital.
La Junta, que ahora cambia las normas que haya que cambiar para compatibilizar dos servicios de transporte que estaban absolutamente compartimentados, demuestra que es lenta de reflejos y que una vez más las necesidades y el sentido común de los ciudadanos van por delante de las respuestas que ofrece la clase dirigente. Los colegios son para dar clases, pero fuera de los horarios escolares hay que utilizarlos para otros servicios si son necesarios, el transporte público en el medio rural tiene que ser global y no separar por edades ni profesiones, los funcionarios deben de adaptarse a un concepto multidisciplinar, de los curas se espera mucho más que oficiar actos religiosos, y por supuesto que el alcalde debe de saber cambiar las bombillas de las calles o arreglar una fuga de agua. Porque en los pueblos es muy difícil dar unos servicios públicos de calidad que demandan los ciudadanos, pero si además no hay voluntad y no se adaptan las normas, la gente huye despavorida a las ciudades en busca de mayor calidad de vida.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Crónica del viernes 17 de mayo de 2013.