Soy consumidor habitual de cecina, y como leonés, me mordería la lengua dos veces antes de hablar mal de un producto tan nuestro
Cecina de León
Soy consumidor habitual de cecina, y como leonés, me mordería la lengua dos veces antes de hablar mal de un producto tan nuestro. Pero dicho esto, flaco favor le hacemos al producto si nos engañamos a nosotros mismos y queremos engañar a los demás ignorando los problemas y no poniendo remedio a los males. En el mercado, encontramos cecinas excelentes, las encontramos buenas, las encontramos malas, y algunas piezas muy malas, en definitiva, no existe una regularidad y no hay garantía al consumidor de saber qué es lo que está comprando. En parte, porque mucha no se etiqueta, y en parte también, porque según se pone de manifiesto con noticias de prensa de estos días, el Consejo Regulador no ha sido capaz de hacer cumplir sus propias normas. Y creo que esta diversidad de productos que nos encontramos en el mercado, tienen más que ver con la materia prima que con el proceso de elaboración, sin duda este último más estandarizado. Pero en la materia prima, en la pieza de la canal de vacuno que se transforma en cecina en nuestras empresas, se acepta de todo. No puede ser igual una cecina de vacuno de una raza que de otra, de una vaca vieja que joven, de una que llega gorda al sacrificio a otra casi famélica, de una pieza nacional a otra importada de Brasil o de Uruguay, y lo que es más importante, una pieza que ha pasado por un buen proceso de sacrificio, despiezado y maduración antes de entra en la fábrica, que otra que ha llegado a León congelada en los contenedores de un transatlántico.
El sector industrial, ya que aquí el ganadero por desgracia no pinta nada al no ser denominación de origen, tiene que definir qué producto quiere ofrecer al consumidor y ser fiel al compromiso que asuma. Las cecinas tienen que ser todas parecidas y todas buenas o muy buenas, y no debe de haber cabida para las sorpresas cuando uno va a comer en casa lo comprado en el supermercado, ni sorpresas cuando lo pides en un restaurante y pagas un pico por la ración. Y con una responsabilidad añadida, lleva el nombre de León, nuestra provincia, y tratándose de un alimento, debe de ir asociado a una indiscutible calidad.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 12 de junio de 2015.