Es difícil contrarrestar un informe de expertos de la Organización Mundial de la Salud en el que se relaciona el consumo de carnes y sus derivados con la prevalencia de ciertos tipos de cáncer, pues se supone que organismo con nombre tan rimbombante debe de estar en posesión de la verdad más absoluta.
Carne roja
Es difícil contrarrestar un informe de expertos de la Organización Mundial de la Salud en el que se relaciona el consumo de carnes y sus derivados con la prevalencia de ciertos tipos de cáncer, pues se supone que organismo con nombre tan rimbombante debe de estar en posesión de la verdad más absoluta. Pero es bueno saber que en su panel de expertos, como en el caso de expertos en otras materias de otros organismos de esta naturaleza, ni están necesariamente los mejores, ni los más rigurosos, ni los más independientes. El mundo está lleno de expertos en ciencias de la salud, de especialistas en enfermedades cancerígenas, que trabajan denodadamente en buscar respuestas a tan terrible enfermedad y quizás nunca han dado titulares porque no los tienen, porque no han encontrado lo que están buscando. Estos expertos de la OMS han hecho unas declaraciones poco rigurosas sabedores de que es difícil rebatirlas, como le es difícil a ellos aportar pruebas que fehacientemente permitan atribuir a un alimento determinado el riesgo cierto de padecer la enfermedad. Estos organismos internacionales, que pagan bien y que adornan el currículum de los enchufados que llegan a ellos, pero que no tienen un jefe que los dirija, suelen dar bandazos de un lado para otro sin que sea posible vislumbrar a qué obedecen sus movimientos. En esta ocasión han querido preocupar a la sociedad del progreso, la que vive bien, que es la que come carne de calidad y en abundancia, como si el pertenecer a una sociedad desarrollada tuviera que ser motivo para avergonzarse e ir pidiendo perdón. Poco le importa lo que han dicho a la mitad de la población mundial que por desgracia no sacia sus ganas de comer, no tiene acceso a la proteína animal, o en el mejor de los casos la carne la ven en el plato, como ocurría aquí hace cincuenta años, “el día de la fiesta”. Llegado a este extremo, me quedo con lo que dicen nuestras autoridades sanitarias, y también las de la Unión Europea, que no es otra cosa que el consumo moderado de carne es beneficioso para la salud y que la dieta mediterránea es garantía de calidad de vida y longevidad.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del 30 de octubre de 2015