Lo más comentado a lo largo del mes de agosto, en nuestros pueblos, por encima incluso del tiempo, es la mucha gente que nos juntamos.
Ahora el éxodo
Lo más comentado a lo largo del mes de agosto, en nuestros pueblos, por encima incluso del tiempo, es la mucha gente que nos juntamos. Ciertamente es noticia tener a quién saluda al salir de casa y ver niños recorriendo con sus bicis las calles, porque el resto del año la mayoría de los pueblos están desiertos. Pues bien, esta situación dura un suspiro. Ahora, a finales de agosto, ya se marchan la mayoría, las familias que han venido a pasar dos o tres semanas y que se vuelven porque tienen otras obligaciones laborales o escolares. Otra oleada de abandono, menos numerosa, se produce entre septiembre y octubre, que son por lo general jubilados que han cultivado el huerto y que aguantan hasta recolectar los frutos y mientras el clima no se complique demasiado. Muchos de estos querrían estar todo el año en el pueblo, pero problemas de edad, de salud, o ambos, se lo impiden, o se lo impiden sus hijos que seguramente quieren lo mejor para ellos. Los últimos en abandonar lo hacen allá por los Santos, a partir del 1 de noviembre, quizás porque es una fecha señalada donde el que más y el que menos aprovecha para despedirse de unos seres queridos que ya no están entre nosotros. Por delante quedan cuatro o cinco meses en los que en muchos pueblos no se ve un alma por la calle, y los que quedan, algunos porque no tienen otra opción, son de una edad francamente elevada, es decir, una población escasa y envejecida, lo que constituye un mal binomio para el desarrollo rural. El mes de agosto es un espejismo en nuestros pueblos, pues además de gente, se respira actividad económica, pues raro es el día que no aparece una furgoneta de reparto entregando un electrodoméstico o muebles, es más habitual la presencia del panadero y del de los congelados, si hay bar se venden más cervezas, y los albañiles no son capaces de atender tantos encargos. Y con todo, por mucha gente que veamos en los pueblos en verano, la mayoría está en las ciudades, y basta para verlo con darse una vuelta por la calle Ancha de nuestra capital. Donde hay gente llama más gente, que se dice.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 26 de agosto de 2016