La provincia de León nunca ha sido muy visitada por los ministros de agricultura. En una ocasión Carlos Romero, ministro de agricultura con los primeros gobiernos de Felipe González, estuvo en Cabreros del Río inaugurando la concentración parcelaria.
LAS VISITAS DE LA SEÑORA MINISTRA
La provincia de León nunca ha sido muy visitada por los ministros de agricultura. En una ocasión Carlos Romero, ministro de agricultura con los primeros gobiernos de Felipe González, estuvo en Cabreros del Río inaugurando la concentración parcelaria. La foto de los periódicos fue la de Javier Rey, agricultor lugareño y de los de ASAJA de toda la vida, entregando al ministro una libre a la que acababa de dejar seca en la cama de una pedrada. Romero nunca como ministro se mereció tal obsequio.
Con los gobiernos de Aznar ningún inquilino de Atocha se prodigó por estas tierras. No lo hizo Loyola del Palacio, no lo hizo Jesús Posada, ni tampoco Miguel Arias Cañete. Por el contrario, con el gobierno de Zapatero, la ministra del ramo, Elena Espinosa, ha visitado León en dos ocasiones, así es que está rompiendo todas las estadísticas. Y para que no haya dudas, lo ha hecho en un feudo de izquierdas, Cabreros del Río, y en otro de derechas, Santa María del Páramo. A esto en la etapa que nos toca vivir se le llama talante, o mejor dicho talante y buenas palabras, porque la señora ministra no ha venido ni tan siquiera a «poner la primera piedra», ni a comprometer un presupuesto cierto, ha venido, en las dos ocasiones, a firmar un convenio de intenciones para desarrollar la modernización de los regadíos.
La visita de la señora ministra es un primer paso, por supuesto evitable, para que algún día se acometan las obras de modernización de los regadíos en la zona Esla y en el Páramo. Unas obras financiadas por la administración del Estado y de la Junta – eufemísticamente hablando porque quien pone el dinero es Bruselas-, que cuentan con un estimable apoyo de ciertas entidades financieras, y donde el administrado propietario de tierras va a apoquinar más del cincuenta por ciento. En esto y a diferencia con otras inversiones públicas el contribuyente se tiene que estirar tanto o más que el Estado, así que más bien se trata de una inversión de los regantes que subvenciona con un cincuenta por ciento el Estado, lo que viene a ser más o menos como la ayuda que se otorga a una gran empresa que pueda asentarse en Onzonilla, Villadangos u otro gran polígono industrial.
Lo malo de las visitas de los ministros o ministras, en este caso de agricultura, es que los que invitan están encantados de recibirles y salir al día siguiente en los periódicos estrechando la mano. Lo malo de esto es que la visita se rodea de mansos embaucados con las promesas del poder y se olvidan las muchas reivindicaciones que tiene el campo leonés y que son competencia del Gobierno de la nación. Los recortes en las ayudas de la PAC, el desastre de la remolacha, los precios de la leche de vaca, la brutal caída en el precio de la leche de oveja y cabra, el prohibitivo coste del gasóleo y fertilizantes; son sólo algunas de las muchas razones para el descontento.
La visita primera de la ministra nada trajo a León salvo una foto para la salita de Matías Llorente. La segunda visita nada salvo otra foto, en este caso para la salita de Ramón Ferrero. A falta de liebre que en el Páramo se prodigan poco, faltó alguien regalándole un gallo padre de corral. ¡Que lo empaqueten y se lo envíen al ministerio!.