En un acto institucional agrario celebrado en fechas muy recientes, el delegado de la Junta de Castilla y León en la provincia, Guillermo García, se dirigía al auditorio reconociendo que muchos de los que ahora tenemos responsabilidades en el mundo asociativo, empresarial, político o institucional, se lo debemos al campo.
EN DEUDA CON EL CAMPO
En un acto institucional agrario celebrado en fechas muy recientes, el delegado de la Junta de Castilla y León en la provincia, Guillermo García, se dirigía al auditorio reconociendo que muchos de los que ahora tenemos responsabilidades en el mundo asociativo, empresarial, político o institucional, se lo debemos al campo. Se refería a que en su día recibimos una formación académica gracias al esfuerzo de nuestros padres, mayoritariamente agricultores y ganaderos, y a los recursos que generaban nuestras tierras y nuestro ganado. Añado yo que unos recursos escasos, pero que fueron suficientes para que la generación siguiente a la de esos agricultores, hoy jubilados o fallecidos, que no tuvieron otra opción, esté situada entre la clase media de la sociedad española y en no pocos casos en puestos relevantes. Somos muchos los que hemos pronunciado palabras similares en múltiples ocasiones y si hay que matizar, me atrevería a decir que la mayoría se lo debemos a las vacas, a esas vacas lecheras que se prodigaban por todos los pueblos de nuestra provincia en los treinta últimos años del siglo pasado y que hacían posible que en la mayoría de las casas entrara todos los meses una “nomina” por las cántaras de leche entregadas.
A partir de esta verdad, ahora nos encontramos de todo. Nos encontramos a quienes reconocen que lo que son se lo deben al campo, aunque al campo en aquellos tiempos todo se lo había que sacar con mucho sudor y a veces hasta con lágrimas. Otros reniegan de lo que fueron, quizás porque le puede el resentimiento o porque no valoran que el esfuerzo, aunque sea excesivo como el de aquellas épocas, es la mejor escuela para formarse para el futuro. Y los hay que desde sus responsabilidades actuales, si pudieran, harían la vida imposible a quienes seguimos haciendo agricultura y ganadería convencidos de que es una forma digna de ganarse la vida a la vez que desempeñamos un papel en la sociedad como productores de alimentos y como mantenedores del medio ambiente y de un medio rural vivo. Y muchos de aquellos padres que pusieron todo para que sus hijos tuvieran un futuro mejor, ahora siguen mandando las rentas de las tierras y parte de las míseras pensiones agrarias a esa familia que desgraciadamente está en paro. Por lo de antes y por lo de ahora, cuánto debemos al campo.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Crónica del viernes 18 de enero de 2013.