Cuando el pasado miércoles se celebró en Carrizo de la Ribera un encuentro relacionado con el sector lupulero, en principio en secreto, en el que participaron, entre otros, un director general del ministerio de Agricultura, y otro director general de la consejería de Agricultura, todo hacía pensar que algo se estaba cociendo.
Americanos en Carrizo
Cuando el pasado miércoles se celebró en Carrizo de la Ribera un encuentro relacionado con el sector lupulero, en principio en secreto, en el que participaron, entre otros, un director general del ministerio de Agricultura, y otro director general de la consejería de Agricultura, todo hacía pensar que algo se estaba cociendo. Y cuando además se conoció que el encuentro lo propiciaba la dirección de la Sociedad de Fomento del Lúpulo, gestionada por las principales cerveceras del país, no quedaba duda alguna que lo que en principio se pretendía defender eran los intereses de los fabricantes. Un día después se supo que se trataba de una operación societaria por la cual los cerveceros españoles venden a un grupo de Estados Unidos el ochenta por ciento del capital que tienen en la factoría radicada en Villanueva de Carrizo. En un primer análisis, la noticia es buena, pero es buena porque los cerveceos españoles estaban terminando de hundir el cultivo en León con sus planteamientos, su falta de compromiso y su nula sensibilidad para con el sector primario. Vamos, que a este capital que representaba el ejecutivo Jacobo Olalla, no se le va a echar de menor, y espero que a él no le dediquen nunca una calle en el pueblo. Y llegado a este punto de agradecer la llegada por demérito de los que se van, me adelanto a pedir un compromiso para duplicar la superficie de lúpulo en León alcanzando las 1.000 hectáreas y no menos de 2.300 toneladas, y que sea con contratos a medio y largo plazo a unos precios equiparables a los que perciben los alemanes y los ingleses. Los compradores saben que el sector no tiene futuro si no se introducen nuevas variedades, pues las que se explotan aquí están prácticamente descatalogadas en los mercados europeos e internacionales, y para eso hay que trabajar con material probado y garantizado bajo licencia del obtenedor de la variedad. Y por último, espero que la operación mercantil no sea una envolvente para los productores que, siendo poseedores del veinte por ciento del capital, a día de hoy no controlan ninguna decisión societaria. Si no es bajo la lealtad, mejor no ser socios y cada uno en lo suyo entendiéndose bien en lo que corresponda.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 29 de mayo de 2015.