Hace unos días veía un reportaje de televisión sobre la fabricación de baldosas y adoquines de esos que se colocan en calles y aceras de nuestras ciudades con el fin, su pongo, de embellecerlas
Baldosas rotas
Hace unos días veía un reportaje de televisión sobre la fabricación de baldosas y adoquines de esos que se colocan en calles y aceras de nuestras ciudades con el fin, su pongo, de embellecerlas. Entre sus clientes estaba el Ayuntamiento de León, al cual incluso le habían fabricado algunas piezas de encargo con el símbolo de la ciudad, el león rampante. Decía el gerente de dicha empresa que sus piezas eran eternas, aunque matizó que para eso tenían que colocarse correctamente. Debí de ver el reportaje un días de estos pasados, de abundante lluvia, que cuando vas por cualquiera de nuestras calles del centro de la ciudad lo tienes que hacer mirando al suelo para ver dónde pisas e ir sorteando baldosas sueltas y rotas que te salpican agua hasta la rodilla. De verdad que ahora que le he puesto cara al fabricante de las baldosas, será la víctima de mis exabruptos cada vez que tenga tan desagradable experiencia, aunque bien pensado, quizás sea más culpable el constructor que se adjudicó la obra, el arquitecto que la diseño, o el concejal que la licitó y a buen seguro se llevó su pellizco. No soy muy viajado, pero en ninguna parte del mundo he visto tanta acera y calle adoquinada o embaldosada, sin más razón que la de aparentar ser nuevo rico, y por supuesto que en ninguna otra parte del mundo he visto las baldosas tan destrozadas con tan pocos años de vida. Quizás el error fuera la subvención fácil de ciertos fondos europeos, aquél famoso Plan E de Zapatero, el dinero que dejaba en impuestos la construcción de vivienda, o el endeudamiento de barra libre de las administraciones locales. Lo cierto es que nuestras ciudades tienen las aceras y las calles adoquinadas con un deterioro que causa molestias a los viandantes y a los automovilistas, que piden a gritos un mantenimiento para el que no hay presupuesto, y que lo que se hizo para embellecer se está convirtiendo en lo contrario. Por si fuera poco, algunas de esas obras se costearon con fondos que no se han devuelto a los bancos y que van a tener que pasar por sucesivas refinanciaciones en los próximos años o décadas.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 23 de octubre de 2015.