El pasado viernes aprobó el Consejo de Ministros, de un Gobierno en funciones –el matiz es importante-, los planes hidrológicos de varias cuentas, entre ellos el Plan Hidrológico de la Cuenca del Duero, que es el que, junto al del Miño – Sil, más nos afecta.
Ríos taponados
El pasado viernes aprobó el Consejo de Ministros, de un Gobierno en funciones –el matiz es importante-, los planes hidrológicos de varias cuentas, entre ellos el Plan Hidrológico de la Cuenca del Duero, que es el que, junto al del Miño – Sil, más nos afecta. Ese día y los dos siguientes cayó agua con ganas en la provincia, pero tampoco nada tan excepcional, y los días posteriores se desbordaron ríos y arroyos causando importantes daños en infraestructuras, propiedades rústicas, cultivos y núcleos urbanos. Nada que no haya ocurrido en otras épocas y nada que no sea previsible, pero como siempre, no se actúa para que no vuelva a ocurrir. Para empezar, las presas que aprobó ese día el Consejo de Ministros, las de Carrizo, son presas para llenarlas bombeando agua, por lo tanto no sirven para evitar grandes avenidas. Los Planes Hidrológicos aprobados, y en concreto los nuestros, no dan la más mínima importancia a la necesidad de limpiar los cauces, ni se asumen como patrimoniales los daños de unas riadas que se provocan por la desidia administrativa. A diferencia de otras épocas, de hace tres décadas por ejemplo, los ríos leoneses se encuentra tamponados por árboles, arbustos, plantas y maleza impidiendo que el agua transcurra con la normalidad deseada, por lo que a poco que crezca el caudal se desborda en todo lo ancho. Antes una parte de esta limpieza la hacían los propios vecinos de los pueblos o propietarios de las fincas colindantes al río, hoy esa leña que antaño se aprovechaba no la quiere nadie, pero lo que es peor, la guardería fluvial y los forestales de la Junta -estos últimos tienen fama de ser peores-, no permiten actuación alguna ni en el cauce ni en la amplia franja del mismo que denominan zona de policía. Ni limpian los ríos ni dejan que lo hagan los particulares u otras administraciones como pudieran ser algunos ayuntamientos, juntas vecinales, juntas agropecuarias locales o comunidades de regantes. Y mientras tanto, cada vez que pasa esto le echamos la culpa al tiempo, pero la culpa es de quién nos gobierna.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 15 de enero de 2016