A uvas en febrero

Me cuentan que estos días andan los bodegueros más importantes del Bierzo comprando uvas. Si,  comprando uvas en el mes de febrero, cuando nuestros viticultores inician el año agrícola con la poda de la viña. Se trata de un cambio de tendencia que basa las relaciones contractuales en los contratos de precampaña, y en los cuales se plasman las condiciones que exige el comprador y lo que ofrece el proveedor, y consecuencia de todo ello el valor económico de la operación. Bienvenida sea esta práctica que da seguridad y estabilidad a los dos eslabones de la cadena, que garantiza la venta de la mercancía y asegura un precio. Además, esta práctica tiene como objetivo profundizar en la calidad de la uva, condición indispensable para obtener unos buenos vinos que aporten valor añadido y conquisten esos mercados dispuestos a pagar un poco más por lo que tiene calidad. Estos contratos se están firmando a precios superiores a los de mercado, pero también es cierto que las bodegas son exigentes con las labores que hay que hacer en ese viñedo viejo para aportar la calidad que se demanda. De entrada, estos mejores precios se centran en la uva Mencía y Godello, las dos variedades estrella de la comarca; se condicionan a producciones bajas por hectárea, lo que obliga a los viticultores a “descargar la cepa”; exige un control estricto de plagas y enfermedades respetando los plazos de espera de los tratamientos autorizados; y vendimiar con una maduración óptima recogiendo la uva a mano  con un esmero especial. En definitiva, estos  que compran la uva antes de que brote la cepa, piden un cambio agronómico a los viticultores que es algo más, es casi un cambio sociológico en la cultura del vino berciano, y hay que decir que todo esto es bueno y que hay que estar dispuestos a ofrecerlo. Pero no nos engañemos, esta calidad únicamente puede ofrecerla el viticultor profesional, el que vive del campo, y para que de verdad se comprometa, tiene que ver que se le remunera. Todo esto que parece obvio, no es tan fácil.