Este tiempo apacible para la mayoría de los ciudadanos, que ha favorecido los actos y el turismo propio de estas fiestas de Semana Santa, ha sido una catástrofe para los agricultores de nuestra provincia. Cerramos una semana más y pasamos a la segunda quincena de abril con una sequía que está castigando a nuestros cultivos y provocando pérdidas ya irreparables en los cereales y los forrajes.
Menuda sequía
Este tiempo apacible para la mayoría de los ciudadanos, que ha favorecido los actos y el turismo propio de estas fiestas de Semana Santa, ha sido una catástrofe para los agricultores de nuestra provincia. Cerramos una semana más y pasamos a la segunda quincena de abril con una sequía que está castigando a nuestros cultivos y provocando pérdidas ya irreparables en los cereales y los forrajes. Nuestras tierras de secano y nuestros pastos acusan una falta de lluvias que además se ha acentuado por las altas temperaturas que han adelantado el ciclo de las producciones, lo que ha agravado la situación. Las próximas semanas serán decisivas para evaluar el daño final, pero en el mejor de los casos nos enfrentamos ya a un mal año agrícola, con los gastos hechos, la cosecha menguada, y con unos precios que no repuntarán porque lo que no se coge aquí viene de fuera en forma de importaciones. Una consideración distinta tiene nuestra agricultura de regadío, que no debería de ser tan dependiente de la climatología de estas fechas del año, pero que en esta ocasión lo es porque los pantanos están medio vacíos y las restricciones del riego son la tónica dominante. Tenemos poca agua embalsada y pocas posibilidades de gestionarla correctamente, pues es muy difícil hacer un uso racional y una gestión con criterios de rentabilidad económica en las zonas, todavía mayoritarias, en las que se riega de forma tradicional mediante acequias, o lo que es peor, si se riega en precario por cauces de tierra. Y si bien es cierto que con estas cosas hay que contar, que forman parte del riesgo inherente a la explotación, no es menos cierto que este riesgo se minimizaría si se perfeccionase más las política de seguros agrarios y si la totalidad de nuestros regadíos estuviesen modernizados permitiendo el riego a la demanda a cada finca o a cada explotación. Es muy duro iniciar una campaña agrícola y que a medio camino se tuerzan las cosas y no se coja cosecha, pero es más duro empezar ya la campaña con pocas expectativas de éxito, que es lo que está ocurriendo.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 14 de abril de 2017.