Nos enteramos de que los alcaldes están de vacaciones porque firman la delegación de funciones en otro miembro de la corporación, por lo general el teniente de alcalde, y se publica en el boletín oficial. Nada que objetar a que los alcaldes, como cualquier otro ciudadano, tengan sus días de absuelto, y nada que objetar a que, si están en nómina del ayuntamiento, sean unas vacaciones pagadas.
Alcalde en agosto
Nos enteramos de que los alcaldes están de vacaciones porque firman la delegación de funciones en otro miembro de la corporación, por lo general el teniente de alcalde, y se publica en el boletín oficial. Nada que objetar a que los alcaldes, como cualquier otro ciudadano, tengan sus días de absuelto, y nada que objetar a que, si están en nómina del ayuntamiento, sean unas vacaciones pagadas. Mientras que la mayoría de los alcaldes de las ciudades se cogen unos días libres por estas fechas, los alcaldes de los pueblos tienen en el mes de agosto el periodo más complicado de todo su mandato, y aunque les gustaría “poner pies en polvorosa”, la mayoría no lo hacen por responsabilidad al cargo y por sus ocupaciones, pues a diferencia de los de las ciudades, no viven de la política y tienen su propia profesión. Agosto es un mes temido para los alcaldes rurales porque nuestros pueblos se llenan de gente, que bienvenida sea, en la mayoría de los casos dispuesta a pedir mucho y dar poco. De entrada, pudiendo estar empadronados en el pueblo, por lo general no lo están, por lo que su aportación económica a las arcas municipales se limita al IBI y poco más. No se hacen a vivir en un pueblo, con las ventajas del pueblo, pero renunciando a las de la ciudad, como si los que están allí todo el año no quisieran también lo mejor para ellos mismos. Así que las quejas están a la orden del día, y es el alcalde el destinatario de casi todas ellas, independientemente de que sea o no de su competencia. Se quejan del pésimo servicio médico y de ATS, que es verdad, pero el problema es de todo el año, no solo de agosto. Protestan ante una lámpara fundida en la calle, un corte de agua, una boñiga en la vía pública, una pista polideportiva no suficientemente acondicionada para el pádel, un servicio de autobuses deficiente, una carretera no suficientemente cuidada por la Diputación, reclaman piscina, se quejan de la orquesta que toca el día de la fiesta, y hasta del cántico de los gallos del vecino. Estos alcaldes sí que se merecen vacaciones, y hasta pagadas.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 11 de agosto de 2017- Alcalde en agosto