Afortunadamente el derrumbe de inmuebles religiosos en nuestros pueblos es una excepción, y son una excepción los que están en un deficiente estado de conservación. Por eso, por excepcional, ha salido en todos los medios de comunicación el derrumbe de la torre de la Iglesia de Villaturiel, como han salido otras que a punto han estado como la de Urdiales del Páramo, o cuando se derrumbó parcialmente la de Luengos. Porque lo cierto es que en los pueblos se ha tomado interés por conservar este patrimonio religioso y a la vez cultural, empezando por los sacerdotes que han promovido las obras, los feligreses que han aportado lo que en conciencia han creído conveniente, las  juntas vecinales que a veces lo han hecho suyo, algunos ayuntamientos, el obispado, la Diputación, la Junta de Castilla y León, los grupos de acción local que han gestionado fondos del PDR, e incluso el propio Estado. Creo que el estado de conservación de los templos y de toda su obra que guardan dentro, sobre todo imágenes escultóricas, es mucho mejor de lo que lo era hace un siglo,  y ello a  pesas de que entonces se visitaban masivamente por unas comunidades pobladas y muy religiosas, mientras que ahora pertenecen a comunidades despobladas y muy poco practicantes en los ritos católicos. Los inmuebles  religiosos, ermitas e iglesias, forman parte de la identidad de nuestros pueblos, por eso a todos nos gusta que estén bien conservados y consideremos una pérdida irreparable cuando una torre se derrumba o cuando los ladrones se llevan una imagen o simplemente un cáliz de plata. Sostener este ingente patrimonio no es nada fácil, y es demagogia emplumarle toda la responsabilidad al obispado, por más que sean bienes que tienen inmatriculados a su nombre. Si son inmuebles que, poco o mucho, usamos casi todos, si son inmuebles que forman parte de la riqueza cultura de nuestro pueblo, si son una herencia que nos ha llegado de nuestras generaciones anteriores y que su gran esfuerzo le costaría, lo menos que podemos y debemos de hacer es promover su conservación y darle el mayor uso posible además del estrictamente religioso. Un uso cultural de algo a la puerta de casa.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 12 de julio de 2024.