Ha dicho un alto cargo de la Junta, a propósito de los incendios que estos días han asolado parte de nuestro territorio, que los montes privados están en mal estado, en una palabra, que están abandonados. Yo me pregunto: ¿en una provincia como la nuestra, a cuántas personas conocemos que puedan ser propietarias de un monte? La mayoría no conocemos a nadie, porque propietarios de montes en una superficie que se pueda considerar, de unas cien hectáreas, casi se cuentan con los dedos de ambas manos. Otra cosa es el monte formado por matorral que ha crecido en los últimos cincuenta años, ocupando cientos o miles de fincas de particulares, de ínfimas dimensiones, que perdieron el aprovechamiento agroganadero, y que realmente no son de nadie. No son de nadie porque el propietario no sabe dónde están y aunque lo sepa, su propiedad es tan pequeña que no se puede gestionar, y gestionar de manera mancomunada es tan complicado que en la práctica no lo hace casi nadie. Estos son los montes privados que dice el alto cargo de la Junta, terrenos que nunca debieron de convertirse en monte, y que si de verdad hubiera intención de ordenar el territorio, deberían de revertirse a tierras de cultivo o como mínimo de pastos. Los otros montes, en unos casos de terrenos escarpados y sin vegetación arbórea, en otros de vegetación autóctona, y en otros de especies de reforestación, son propiedades públicas. La mayor superficie de monte de la provincia de León, con gran diferencia, es monte público, es monte de las juntas vecinales o de los ayuntamientos, y muchos de ellos están catalogados como de “utilidad pública”, y por lo tanto con gestión compartida con la Junta de Castilla y León. Estos montes, como los otros, son una ruina económica, porque en León, lo único forestal rentable es el chopo. Como ruina que son nadie se ocupa de ellos, nadie invierte en ellos, nadie los protege, nadie los cuida, y a la mínima son pasto de las llamas. Públicos o privados, parece que los montes no son de nadie, y nadie va a cuidarlos, no nos engañemos.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 22 de julio de 2022.