La consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León acaba de publicar los datos de la renta agraria durante el año 2020, unos datos que, como estaba previsto, fueron buenos debido a unas cosechas generosas favorecidas por una climatología benigna. Pero si se mira con la retrospectiva de una serie de años, lo primero que llama la atención son los dientes de sierra de la gráfica que representa las cifras de cada ejercicio económico, donde son habituales las variaciones por motivo del tamaño de las cosechas, de los precios del mercado, o de ambas cuestiones. También, cuando se presentan los resultados a lo largo de un periodo ya relativamente largo, como es un lustro, nos encontramos que la renta agraria ha crecido, pero en cifras muy razonables, algo propio de un negocio tradicional, de un negocio no especulativo. Otra seña de identidad de la renta agraria de Castilla y León es que se reparte al cincuenta por ciento entre producción agraria y producción ganadera, importante si se tiene en cuenta que la mayoría de nuestras producciones agrícolas están orientadas a la alimentación animal más que a la alimentación humana, e importante porque el sector ganadero ocupa una gran parte del territorio en el que no es posible otra actividad económica o al menos no es posible la actividad de cultivar la tierra. Pero no nos engañemos, el peso económico del sector ganadero no se define por el que proporcionan las vacas y las ovejas que pastan bucólicamente en nuestras montañas y en nuestras dehesas, sino por los sectores de la ganadería intensiva representados mayoritariamente por el sector porcino y en menor medida por la avicultura. En definitiva, si no fuera por la ganadería, y si no fuera por esa ganadería peor vista representada por las granjas intensivas, la renta agraria sería mucho más fluctuante, dependería más de la climatología, y la venta de nuestras producciones agrícolas estaría menos asegurada dependiendo más de los mercados internacionales, con la dificultad añadida de exportar cereales de Castilla teniendo los puertos de mar tan alejados.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 18 de junio de 2021.