Por Donaciano Dujo Caminero
Mi padre me dijo más de mil veces que contra el tiempo no hay quien se oponga, porque hace lo que le viene en gana. Y quién nos iba a decir hace un año, con los pantanos bajo mínimos y los cereales secándose por la falta de agua que íbamos a tener una primavera tan lluviosa como la presente, que no ha respetado siquiera a los pasos de la Semana Santa.
Este año no se preocupan los agricultores por los riegos del verano, ni los ganaderos por la falta de pastos. Por el contrario, han girado las tornas y de lo que se quejan es de lo contrario, de los problemas que por el exceso de agua ha habido en las fincas y en las infraestructuras del medio rural de Castilla y León. Con mayo a la vuelta, todavía andamos recogiendo la remolacha y el maíz del año anterior, estamos en plenas tareas de siembra de los cultivos de regadío y de primavera como la patata, la remolacha, el maíz, las leguminosas o el girasol, incluso concluyendo las labores de abonado, bien sea por tierra, atollándonos, o con los famosos helicópteros.
Con la radio puesta en el tractor, no deja de llamar la atención los comentarios de los representantes político, en especial aquellos que tienen la máxima responsabilidad en materia de aguas, quienes haya sequía o inundaciones siempre salen bien parados, porque por lo visto ellos no tienen ninguna responsabilidad en el asunto. Algo cuando menos cuestionable, porque si un año sí y otro también en Castilla y León no somos capaces ni de administrar la abundancia ni la escasez de agua, estos políticos deberían al menos reconocer que la planificación hidrológica que existe no es la correcta.
Ciñéndonos al ámbito agrario, es chocante que mientras que en las comunidades del sur de España, donde escasea más el agua, un 20 por ciento de la superficie sea de regadío, en Castilla y León lleguemos solo al 12 por ciento. Por no decir que los embalses del sur se planificaron con una capacidad de almacenamiento bianual, mientras que aquí, por mucho que llueva y hasta rebosen, sólo pueden asegurar el consumo en el propio año.
Y si las grandes inversiones dejaron de lado nuestra Comunidad, lo mismo ocurre con las infraestructuras que permiten el transporte hidráulico. En los últimos años, incluso con la crisis económica ya instalada en nuestras administraciones, ha sido frecuente ver a sus responsables inaugurando obras, limpiezas y acondicionamientos de las riberas de los ríos, eso sí, a su paso por las capitales de provincia o de las grandes cabeceras de comarca. Mientras, el deterioro de estas vías fluviales por el resto del territorio regional ha ido en aumento. Hay sitios en los que sólo los que son del lugar pueden adivinar por dónde van los cauces de los ríos, porque en apariencia sólo de se ve maleza. Así que llega una primavera como esta y todo se desborda, anegando las explotaciones agroganaderas e incluso los mismos municipios.
Una vez más, porque no es la primera vez que pedimos lo mismo, desde ASAJA hacemos un llamamiento para que las autoridades competentes recapaciten, y no camuflen el abandono con justificaciones como que así conservan y mejoran el medio ambiente. Porque ese abandono lo que está provocando es todo lo contrario, que la maleza sea arrastrada y se acumule indiscriminadamente. Se dice que los incendios hay que evitarlos en invierno, limpiando vegetación en los montes para que no llegue a prender el fuego; pues las inundaciones cuando se evitan es en el verano, limpiando cauces y arroyos, o al menos no poniendo obstáculos para que se haga. No estaría de más que desde la Confederación Hidrográfica del Duero y desde la Consejería de Fomento y Medio Ambiente se pongan desde ya manos a la obra para, bien con medios propios, bien a través de diputaciones y ayuntamientos, limpien estas infraestructuras hidráulicas, que buena falta les hace. Porque la obligación y responsabilidad de los políticos es prever y solucionar los problemas, no escurrir el bulto con eso de “yo no he sido”.
Donaciano Dujo Caminero es
presidente de ASAJA de Castilla y León