Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
A la semana que acaba de terminar la llamamos Santa. Otros también la conocen como Semana de Pasión, y sin duda este nombre es más acertado para describir los días que está pasando el sector agrario y ganadero. Nos encontramos en unos momentos de máxima incertidumbre, por no decir miedo, con respecto a nuestras cosechas. En invierno y lo que llevamos de primavera, las lluvias se han negado en rotundo a aparecer en buena parte de Castilla, y no pecamos de pesimistas, sino de realistas, si dudamos de que las cosas cambien y pueda cuajar una campaña normal para el cereal y los pastos de la comunidad autónoma.
Si nos vamos a los regadíos, que por lo general ofrecen mayor estabilidad, la situación también es crítica. Las reservas de los embalses de la cuenca del Duero están muy por debajo de lo normal, en algunos casos apenas garantiza el abastecimiento normal de la población. Los que llevamos ya años en esto, sabemos que con la agricultura nada está seguro, pero el golpe para los más jóvenes está siendo muy grande. No es fácil aceptar que todo tu trabajo se puede ir al traste, y más duro todavía es tener que sufragar unas inversiones muy importantes sin poder garantizar siquiera un mínimo de ingresos.
En momentos de dificultades no vale con hundirnos en la miseria: tenemos que encajar y saber reaccionar de la mejor manera posible. Por supuesto, pidiendo a las administraciones todas las medidas de apoyo que estén a su alcance, eso es urgente. Pero también es el momento de tomar conciencia del problema del abastecimiento de agua, y dentro de nuestras posibilidades proyectar y ejecutar medidas que nos hagan más resistentes para cuando lleguen, como llegarán, años de sequía. A mediados del siglo pasado se desarrollaron en nuestra comunidad casi en su totalidad de los regadíos y concentraciones que hoy existen en nuestros campos. Gracias a ello y por supuesto al empuje de nuestros padres y abuelos, podemos disfrutar nosotros de estas infraestructuras, que han mejorado sin duda alguna el trabajo, la producción y la rentabilidad del sector agroganadero.
En aquellos años se hizo lo que se podía, con arreglo a la estructura de la propiedad de la tierra, el número y tipo de titulares o los medios que había para desarrollar estas infraestructuras. Han pasado ya muchas décadas y ahora el sector es muy diferente, por lo que se hace preciso dar otra vuelta a estos dos temas: mejora de los regadíos existentes y reconcentraciones del territorio. Y es nuestra obligación, como fue la de nuestros padres, afrontar ese reto, para dejar un campo más moderno a las futuras generaciones.
No voy a decir que en un año tan difícil como el presente la modernización de regadíos arreglaría todo, pero sí ayudaría a ello. Un mejor aprovechamiento del agua, con regadíos modernos y eficaces, tiene que ser una apuesta prioritaria para el Gobierno de esta comunidad, y que además hay que resolver de forma inmediata. Y además es su obligación, porque las normas europeas, nacionales y autonómicas consideran un despropósito los riegos por pie, donde el 40 ó 50 por ciento del agua se pierde por las cunetas. Nuestro papel, como agricultores y como ciudadanos que utilizamos este agua y sabemos que es un bien escaso, es lograr que avance la modernización del regadío, pidiendo que no pongan más obstáculos muchos propietarios de tierras que no son agricultores, y presionando a las administraciones para que trabajen.
* Artículo publicado el lunes 17 de abril en Mundo Agrario, suplemento de El Mundo de Castilla y León.