Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
Con profunda tristeza e indignación he seguido como todos vosotros los movimientos independentistas en Cataluña. Cuesta entender que hayamos llegado a este punto. Los más viejos todavía recuerdan los esfuerzos que hizo este país para salir del hambre, para ir sumando todos con su esfuerzo para llegar a donde estamos hoy, o donde estábamos ante de estas semanas de locura: a construir un país que es una potencia mundial, con sus defectos, con sus debilidades, que por cierto los españoles nos obstinamos siempre en subrayar.
No se piensen los independentistas catalanes que en el conjunto de España haya un sentimiento muy arraigado como nación; salvo en momentos críticos, como los actuales, la bandera apenas aparece, salvo cuando España gana en los mundiales o cuando compiten fenómenos como Induráin, Alonso o Nadal. En el día a día, somos más bien de destacar el pueblo al que pertenecemos, algo a la provincia y puede que a la región. Pero no ha sido así en otras zonas de España. Los políticos han permitido un desarrollo autonómico que, visto lo visto, puede que haya ido más allá de lo lógico. Si no quieres dividir un país no debes permitir que nadie mande sobre la economía, sobre la educación y tampoco sobre las fuerzas del orden público, cuestiones que se derivaron con demasiada alegría.
En el ámbito agrario me ha llamado la atención que con lo que cuesta sacar a los agricultores y ganaderos a la calle y más aún acompañados por sus tractores, aunque tengamos graves problemas de precios o este año la catastrófica sequía, estos días en Cataluña estemos viendo todo el día las carreteras llenas de tractores, apoyando la independencia. A mi corto entender, no tiene mucho sentido, cuando el Estado español en materia agrícola y ganadera tiene muy pocas competencias, puesto que dependemos de un marco comunitario que desarrollan ampliamente las comunidades autónomas, que son las que gestionan la mayor parte del presupuesto. Por otro lado, si algo tenemos claro en el sector es que, con sus múltiples defectos, la entrada de España en la UE ha sido positiva. Yo les diría a esos agricultores catalanes que si no sería mejor para el sector habernos unido para plantar cara a las multinacionales que nos imponen precios, tanto a lo que vendemos o lo que compramos, y encima inundan el mercado con importaciones de países terceros donde es mucho más fácil y barato producir, porque ni cumplen nuestras normas sanitarias ni protegen los derechos de sus trabajadores. Tampoco parece que hayan pensado que en esa España que ahora rechazan están buena parte de sus compradores. Les va a ser difícil beberse todo su cava, comercializar todo su porcino, frutas, hortalizas o arroz.
La terrible conclusión es que se mueve a las masas mucho más fácilmente con demagogia y prometiendo paraísos inexistentes que por razones sensatas. En mi experiencia como presidente de ASAJA siempre he confiado y creído que los agricultores y ganaderos, por eso de pisar día a día el territorio y tener pocas pero algunas tierras, teníamos más los pies en el suelo que la clase política, que deja mucho que desear en el conjunto de España y no digamos en Cataluña. ¿Cómo han podido creer a estos nuevos partidos que quieren salvar la patria por imposición y con mensajes caducos y erróneos? No tengo la solución para este gravísimo problema, solo espero que la cordura impere y que podamos recuperar el equilibrio en este país.
* Publicado en el suplemento Mundo Agrario del periódico El Mundo de Castilla y León.