Mantenerse en el sector agrario y ganadero implica ser más profesional que nunca, andar con pies de plomo, avanzar con los tiempos pero midiendo cualquier inversión. Hay que trabajar a fondo, pero también tomar las decisiones adecuadas.
Mantenerse en el sector agrario y ganadero implica ser más profesional que nunca, andar con pies de plomo, avanzar con los tiempos pero midiendo cualquier inversión. Hay que trabajar a fondo, pero también tomar las decisiones adecuadas.
Cambiamos el calendario que nos ha acompañado en los últimos doce meses y ponemos el nuevo en la misma pared de la nave. No cambia gran cosa de ser 2015 a 2016, y a pesar de ello nos deseamos sinceramente feliz año nuevo. Lo primero y ante todo, salud, sin la que nada funciona; lo segundo, pedimos que las cosas vayan un poco mejor para el sector. Un sector que a veces parece que está perdido entre la niebla, sin tener muy claro si va para adelante o para detrás.
¿Qué puede mejorar respecto al año que dejamos atrás? Repasando 2015 sector a sector, tanto agrícola como ganadero, nos queda un sabor amargo. Así es en el caso de los ganaderos de vacuno de leche, que han hecho todo lo que se les pedía y, aún así, siguen perdiendo dinero. Pero es que vas al sector cerealista y la decepción es general, con unos precios bajos incapaces de compensar el nivel de gastos. Preguntas a los ganaderos de ovino de carne y protestan con razón de lo que les pagan por sus lechazos, y lo mismo si vas a una granja cunícola o porcina… Esa es la tónica desde hace años: gastos crecientes, ingresos menguantes.
Estos años atrás, de crisis económica profunda, se creó cierto espejismo en torno al sector agroganadero; con el hundimiento de la construcción y la industria, el campo se mantenía como un sector seguro. Ahora que parece que se anima la actividad económica, parece que el sector primario pierde brillo. Es como lo del vaso lleno o el vaso medio vacío, que depende de quién lo mire. Durante la crisis, se inició un alza progresivo de los insumos, fertilizantes, fitosanitarios, maquinaria, etc. A la vez, se ajustaban los precios de los alimentos hasta el límite, y con ello lo que percibían los agricultores y ganaderos. Esta pinza por un lado y por otro ya tiene cifras: en la última década, el sector ha pasado de dedicar el 30 por ciento de la renta agraria a costes de producción a tener que gastar el 50 por ciento. Cada vez con más fuerza, el profesional del campo siente que está trabajando para otros, y que aunque su explotación sea muy eficiente, el margen de beneficios es cada vez más escaso.
En ese punto se ha despedido el campo en el año 2015, y en el mismo ha comenzado el 2016. Mantenerse en el sector agrario y ganadero implica ser más profesional que nunca, andar con pies de plomo, avanzar con los tiempos pero midiendo cualquier inversión. Hay que trabajar a fondo, pero también tomar las decisiones adecuadas. En ese contexto de futuro, cuando lo que compramos viene de cualquier parte del mundo, cuando lo que producimos se vende a miles de kilómetros, no podemos tirar cada uno por nuestro lado. Hoy más que nunca nuestra fuerza radica en organizarnos. Sería de ilusos pensar que en 2016 vamos a conseguir todo lo que deseamos, pero sí que está en nuestra mano trabajar fuerte -y ese es el objetivo principal de ASAJA- para despejar el camino plagado de obstáculos que tienen que transitar los profesionales de la agricultura y la ganadería. Un sector complicado y cambiante, pero que estoy convencido de que, aunque las nieblas a veces lo escondan, tiene futuro.
Feliz año para todos los socios y simpatizantes de ASAJA.