ASAJA pide a las administraciones competentes que más allá de los reconocimientos sean conscientes de los problemas a los que se enfrentan estos ganaderos que todavía mantienen la trashumancia como algo vivo, no solo otra bonita fotografía en un museo.
Hoy aparece en el Boletín Oficial del Estado el Real Decreto del Ministerio de Educación y Cultura por el que se declara la Trashumancia como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de España. ASAJA celebra que la trashumancia reciba este merecido reconocimiento por sus inmensas aportaciones durante siglos al desarrollo económico, social y cultural de nuestro país; sin embargo, quiere puntualizar que este rico patrimonio inmaterial se sostiene gracias a una actividad económica y práctica ganadera real, que como tal debe ser protegida por el Ministerio de Agricultura y la Junta de Castilla y León.
Esta protección en muchos casos ha sido mínima cuando no inexistente, lo que explica que hoy por hoy, la trashumancia en ovino, la que durante siglos ha ocupado las vías pecuarias de la meseta, salvo algunos honrosos casos, esté prácticamente a extinguir. Ha aumentado, por el contrario, la trashumancia o en su caso trasterminancia (movimiento dentro de la misma provincia) para el caso del vacuno de extensivo, desde las zonas del perímetro montañoso de Castilla y León a áreas de interior. Los duros inviernos, sin pastos ni sitio donde proteger a las vacas nodrizas, obligan a los ganaderos a transportar los animales hasta la llegada de la primavera.
Pese a los reconocimientos verbales que recibe, lo cierto es que hay muy pocas ayudas específicas para apoyar a la trashumancia. Por el contrario, está sujeta a multitud de trabas burocráticas que complican el movimiento de animales, así como licencias sobre pastos y multitud de normativas. Por su propia naturaleza itinerante, la trashumancia implica normalmente a más de una comunidad autónoma, lo que significa tener que someterse a legislaciones no siempre coincidentes en materias clave como la sanidad animal, y no sólo por las normativas autonómicas específicas, sino también por el modo diverso que tiene cada región de interpretar las leyes del Estado y de la Unión Europea. Todo ello limita la práctica de la trashumancia a un determinado tipo de ganaderías, las que por absoluta necesidad tienen que seguir practicándola.
ASAJA pide a las administraciones competentes que más allá de los reconocimientos sean conscientes de los problemas a los que se enfrentan estos ganaderos que todavía mantienen la trashumancia como algo vivo, no solo otra bonita fotografía en un museo.