Por Donaciano Dujo, presidente de ASAJA de Castilla y León.
«Esta prolongada e inestable situación de interinidad en el Gobierno, hace que en estos momentos el campo se sienta bastante huérfano, sin saber muy bien a qué puerta hay que llamar para que le atiendan. Pasan los meses y, entre unos y otros, la casa sin barrer».
Solía ser enero mes de heladas y escasas tareas que hacer en el campo, dedicado por las familias de los pueblos a cortar leña y preparar la matanza del cerdo. Digo solía, porque este año las temperaturas han sorprendido por su suavidad y además ha caído más agua que en todo el otoño junto. Con el tiempo del revés, lo que no ha variado es el cambio de ritmo que en este mes predomina en las explotaciones agrícolas (las ganaderas, como siempre, no paran), que nos permite dedicarnos a hacer limpieza y las reparaciones que necesita la maquinaria, para que cuando empiecen las tareas los aperos estén en buen estado.
Entre tornillo y tornillo, echando un rato de charla con los demás agricultores del pueblo en el teleclub o el taller, dos conversaciones nos han tenido ocupados. La primera, el tiempo: las lluvias que han remontado la sequía del otoño, lo adelantado que está el campo, el miedo a si vendrá luego mayo con heladas y arramplará con todo. El segundo tema de las charlas, como no podía ser otra forma, la política. Para nada somos los agricultores y los ganaderos ajenos a la situación de incertidumbre que en materia política vive este país. En esta profesión todos tenemos algo, cuatro tierras que heredamos de nuestros padres y otro par de ellas que hemos comprado. Cuando pedimos nos vemos pobres, pero cuando creemos que nos pueden quitar algo… entonces tememos perder lo que tenemos. Lo cierto es que en esta situación, la gente del campo, y sobre toda la de mayor edad, tiene cierto miedo a que “esos nuevos”, como comentan, les quiten las propiedades, les suban los impuestos, y hasta les falten las pensiones. Si hablamos con los agricultores más jóvenes, más que a hecatombes hay temor a cómo pueda desarrollarse la negociación de la próxima reforma de la PAC, y también a que, sin un gobierno vigilante, las grandes compañías aprovechen –más aún de lo habitual– para campar a sus anchas, bajando los precios de lo que les vendemos y subiendo lo que les compramos, los insumos que necesitamos para producir.
Como los ríos en enero, tenemos a los principales partidos de este país haciendo aguas. En el que hasta ahora ha estado en el Gobierno ha robado hasta el gato, y eso le tiene y le debe pasar factura. El otro también tiene lo suyo, y con las disputas de los territorios y un líder joven sin peso ni fuerza, no sabe ni dónde anda. Los dos nuevos partidos con peso, uno moderado y otro extremista, van cada uno por su lado, intentando arrimar el ascua a su sardina. Y si Dios no lo remedia y no hay un entendimiento de esos que nos representan y a los que hemos elegido democráticamente, si no dejan de pensar en sí mismos y en sus partidos antes de pensar en este país, nos veremos avocados a unas nuevas elecciones generales. ¿Y de lo nuestro, qué? Pues lo cierto es que, aunque las transferencias son casi totales a las comunidades autónomas, buena parte de la política agrícola, ganadera, hidráulica y de medio ambiente es coordinada y defendida desde el ministerio. Esta prolongada e inestable situación de interinidad, sumada a una Consejería de Agricultura todavía en periodo de rodaje, hace que en estos momentos el campo se sienta bastante huérfano, sin saber muy bien a qué puerta hay que llamar para que le atiendan. Pasan los meses y, entre unos y otros, la casa sin barrer. Y muchos temas están pendientes, desde la ley de la cadena alimentaria, hasta la gestión de la inminente campaña PAC, a punto de comenzar.