Por José Antonio Turrado. Secretario General de ASAJA de Castilla y León
El refrán de que” hay que estar a las duras y a las maduras” viene al pelo para que se lo apliquen las entidades financieras que lleva muchos años trabajando a gusto con el sector agrario, ganando dinero, y ahora quizás se echen para atrás ante la expectativa de una mala cosecha en nuestras explotaciones de regadío. Vamos abocados a un mal año en nuestras producciones de maíz y remolacha, las más importantes desde el punto de vista cuantitativo, y estas explotaciones, fuertemente endeudadas por las elevadas inversiones que están haciendo, tendrán complicaciones para garantizar el sustento de las familias y la continuidad del negocio.
Pero siendo cierto que el revés meteorológico causará quebraderos de cabeza y de la cartera, no es menos cierto que los agricultores y ganaderos estamos acostumbrados a remontar años malos, malos por las cosechas, por los precios, o por ambos factores. Para empezar, aunque tarde y de mala manera, nuestros agricultores de regadío van a sembrar todas sus fincas, aun a riesgo en algunos casos de no cubrir los costes de producción, y lo harán pensando en un golpe de suerte que alargue el verano hasta casi empalmar con el invierno, y pensando en que la menor cosecha produzca un efecto de alza en los precios – algo difícil porque los mercados ahora son mundiales-.
Y si el agricultor es el primero en tirar para adelante, las entidades financieras deben de condescender refinanciando su deuda y facilitando liquidez, si es el caso, a través de nuevas operaciones. Toda la banca se apresurará a comprometerse con esto, pero lo que hace falta es que sea de verdad, que se concedan las operaciones con unas garantías razonables, y que las condiciones sean ciertamente ventajosas para el cliente.
Si la razón de ser del sistema financiero es la de prestar dinero, el campo lo necesita para seguir avanzando en la modernización y competitividad de las explotaciones, para desarrollar los grandes proyectos de modernización del regadío, para salvar crisis puntuales por malas cosechas o bajos precios, y para incorporar jóvenes a esta profesión.