Por Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
Con tanta promesa hueca y tanto retraso, los jóvenes que hace un año lo cogieron con tanta ilusión y que a menudo se pasan por las oficinas de ASAJA a preguntar “qué hay de lo mío” poco a poco se irán desanimando y pondrán a caer de un burro a los políticos.
No es un eslogan si no la realidad: sin jóvenes no hay futuro, ni para el campo, ni para la sociedad en su conjunto. Las siglas de ASAJA se reparten al cincuenta por ciento en asociación y en jóvenes agricultores, y eso es una toma de posición clara por el relevo generacional y la apuesta por un sector en permanente cambio como es el agrario y ganadero. Y hemos de agradecer que cada año cerca de la mitad de los jóvenes que se incorporan al campo lo hagan con nosotros.
Pero como todo en la vida hay dos lados, y el otro no es tan positivo. Buena culpa de ello es del afán de políticos, convenientemente transmitido por los medios de comunicación, por sobredimensionar las ventajas que va a tener un joven que se haga agricultor o ganadero. A bombo y platillo se ha vendido que con el nuevo marco del Programa de Desarrollo Rural los que se incorporen podrían cobrar 70.000 ayuda, e incluso últimamente se habla de hasta 81.000. Eso significaría prácticamente el doble de los aproximadamente 35.000 euros de media que se han venido cobrando en el marco 2006-2013.
Pero como siempre, no se advierte sobre la letra pequeña de estos titulares. Porque no se trata solo de sumar un expediente más, sino de una persona, de una familia entera, que se involucra en una empresa a largo plazo, no lo que dura una legislatura. Los más de mil que hicieron la solicitud de incorporación en 2015, que presentaron la solicitud justo hace un año, a fecha de hoy no es que no hayan cobrado, es que ni siquiera tienen una comunicación que confirme si su solicitud está aprobada o si por el contrario no cumple las condiciones. Están directamente en el limbo burocrático.
Todo parece apuntar que, en el mejor de los casos, se podrían resolver en otoño. A partir de ese momento, y una vez que los jóvenes tienen la resolución favorable, deberían iniciar la actividad en los siguientes nueve meses, para poder pedir un anticipo del 50% de la ayuda. Quiere decir esto que en la inmensa mayoría de los casos, estaríamos hablando de que hasta abril o mayo de 2017 no se cobraría un euro, es decir, dos años después de que el joven inició la incorporación; el otro 50 por ciento puede llegar hasta cuatro años más tarde de la aprobación de la solicitud. Ah, y por supuesto no se cobrarán ni los 70.000, ni los 81.000 euros que se oyen por ahí, porque la ayuda media por expediente va a estar en cifras muy similares a la convocatoria anterior, entre 30.000 y 40.000 euros, cuantías importantes pero muy lejos de lo prometido.
Con tanta promesa hueca y tanto retraso, los jóvenes que hace un año lo cogieron con tanta ilusión y que a menudo se pasan por las oficinas de ASAJA a preguntar “qué hay de lo mío” poco a poco se irán desanimando y pondrán a caer de un burro a los políticos. Porque a la suma de no saber cuándo y cómo van a poder incorporarse, está el enfado de escuchar cada poco tiempo la cantinela de las bondades de la incorporación y las espléndidas ayudas que van a cobrar. Desde nuestra organización pedimos que no se lancen mensajes contradictorios ni se juegue con este asunto, porque estos jóvenes al final se sienten dolidos y estafados, cuando lo que necesitan es confiar en sus posibilidades y trabajar con ilusión para levantar su explotación y el medio rural. Y a las administraciones, pedirles que resuelvan de manera inmediata la convocatoria del año 2015, que se certifiquen los expedientes y se pague de manera prioritaria. Y si queremos continuar con el positivo ritmo de incorporación actual, que saquen ya la convocatoria para 2016.