Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Si hay una época alegre en el campo es el verano. No porque haya vacaciones, al contrario, a los profesionales del sector nos toca redoblar el esfuerzo, sino porque es el momento en el que recogemos el fruto de muchos meses de trabajo en nuestras explotaciones. Eso, sumado a que en estos meses nuestros pueblos recuperan vida y actividad con la llegada de familiares y amigos que viven fuera, hacen especial esta estación. Pero este año todo ha cambiado. Nuestra agricultura y ganadería avanzan sin esperanza; lo que nos temíamos al inicio de la primavera se ha ido cumpliendo, punto por punto. Hoy recorren nuestros campos a partes iguales los peritos de Agroseguro y las cosechadoras a medio gas, recogiendo lo que pueden en fincas de cereal pobre, a corros o casi inexistente, con una producción baja y de calidad escasa. Este año sí se puede decir que cosechar se resuelve con ponerse el sobrero de paja y quedarse a la sombra debajo del remolque, tratando de olvidar esta cosecha de pesadilla y soñando con que la próxima campaña sea mejor que ésta.
Da pena ver a las cosechadoras dando vueltas y vueltas, sin parar a descargar. Este año no vamos a decir en el bar que la tierra de la era, la de la vega, o la del prado me han dado no sé cuántos kilos, ni habrá quien nos rebata que la suya ha dado todavía más. Esta vez toca decir que esa finca me dio 200 kilos, que aquella otra el perito me la puso a cero, y que la de más allá parecía que tenía algo y al final resultó que la espiga estaba dañada por la helada… Y los que tienen ganadería extensiva también lamentarán la falta de pasto, porque el ganado está sacando ya hasta las raíces de la tierra. Y los ganaderos de leche dirán que están aprovechando al máximo los forrajes de sus fincas y la poca paja que sale, teniendo incluso que comprar alimento en otras comunidades autónomas, y a alto precio.
Este verano, hasta lo que por lógica tenía que salvarse, los regadíos, no van por buen camino porque no hay agua suficiente para regar, y donde hay algo la falta total de humedad en el suelo hace que el agua de riego cunda la mitad. Y de remate, los árboles frutales en los que no avanza la floración ni cuaja la fruta, y viñedos que ha habido que podar para que rebroten tras las malditas heladas.
Dentro de la gravedad de la situación y del pesimismo que ronda en la mente de todos los agricultores y ganaderos de Castilla y León, me atrevería a decir que la procesión la llevan de distinta manera unos que otros. Unos van rezando y otros, aunque recen, que en esta vida nunca viene mal, llevan un ‘santo’, llamado seguro agrario. De los dos millones de hectáreas sembradas en nuestra región, la mitad está asegurada y la mitad no. No voy a decir que ni el seguro ni las posibles ayudas de la administración compensan las pérdidas, pero sí garantizan unos ingresos para proseguir con la actividad el próximo año con una mayor solvencia económica. No es así para los agricultores que desgraciadamente no tienen seguro. Que saben que lo que es la agricultura y ganadería van a dar muy poco, y que las administraciones por falta de presupuesto van a ser tacañas a la hora de aprobar ayudas que puedan paliar esta situación catastrófica.
Nosotros llevamos ya meses presionando al gobierno central y al autonómico; algo se avanza, pero como era de esperar a cuentagotas. Nuestras reivindicaciones pueden englobarse en cinco frentes. Primero, de lo que tiene el sector garantizado, que son las ayudas PAC, que se adelante el cobro del mayor porcentaje posible al mes de agosto. Segundo, aplazar o condonar aquellos tributos fiscales o sociales que tenemos los agricultores: IRPF, SS, cánones de agua, tasas agrícolas y ganaderas… Tercero, financiación para seguir manteniendo la actividad, para lo que necesitamos liquidez a través de convenios de las administraciones con las entidades financieras, que faciliten préstamos a largo plazo con intereses subvencionados. Cuarto, seguimos peleando para conseguir ayudas directas, esenciales para las zonas más castigadas y los profesionales con más dificultades. Y quinto y último punto, una tarea desde ya y a medio plazo: el seguro agrario. Aunque es cierto que en algunas comarcas y sectores resulta poco atractivo, y que hay que hacer un mayor esfuerzo para que los que están fuera accedan a la contratación, el seguro es una herramienta buena y específica para los profesionales del campo, que nos permite garantizar una mínima renta aún en las peores condiciones. Que el sector no esté asegurado al cien por cien es responsabilidad de todos, pero sobre todo de las administraciones nacional y autonómica, que tienen que lograr que el seguro ofrezca las mejores coberturas y condiciones posibles para que sea un salvavidas imprescindible para toda empresa agraria y ganadera.