En Castilla y León el porcino representa nada menos que el quince por ciento de toda la Producción Final Agraria y el treinta y cinco por ciento de toda la producción ganadera. Una pujanza que se fundamenta en un modelo productivo muy competitivo.
José Antonio Turrado. Secretario General de ASAJA de Castilla y León
El sector porcino español representa el 20 por ciento del conjunto de la Unión Europea, superado únicamente por Alemania, y goza de reconocimiento internacional por ser un modelo productivo competitivo y con vocación exportadora. En Castilla y León representa nada menos que el quince por ciento de toda la Producción Final Agraria y el treinta y cinco por ciento de toda la producción ganadera. Siendo importante y significativas las cifras, considero más relevante centrarnos en nuestro modelo productivo, el cual ha experimentado cambios muy importantes en los últimos años, y que son los que lo han convertido en una potencia mundial. Un modelo productivo basado en la gestión de empresas de integración, de capital privado o cooperativo, que ha separado las granjas de producción de las de cebo, y que ha convertido la genética, la sanidad y el manejo en la piedra angular del proyecto. El sector lleva años funcionando con unos reducidos márgenes de beneficio, tan reducidos que han echado a los menos eficientes, ha afrontado subidas desmedidas e imprevistas de los piensos, ha sobrevivido a la crisis de consumo interno, ha visto pasar por delante una nueva reforma de la PAC que otra vez más lo ha ignorado, y ha sufrido la falta de financiación como cualquier otro sector económico. Cierto que la exportación ha echado una mano, como en toda la industria agroalimentaria, pero no es menos cierto que exportamos a países tan complicados como China, y que nuestro principal cliente, Rusia, nos ha cerrado las fronteras hace meses con un pretexto sanitario que encubre una guerra comercial, más tras el estallido del conflicto con Ucrania.
Las noticias internacionales son de precios alcistas y futuro a corto plazo despejado, pero una gran parte de estas previsiones se hacen teniendo en cuenta los efectos devastadores que está teniendo el virus de la diarrea epidémica porcina en países con Estados Unidos o México. No se puede asentar un negocio pensando en las desgracias de los demás, ni en jugar a la lotería con las depreciaciones de las monedas de los diferentes países, y mucho menos con las consecuencias de conflictos bélicos. Las únicas buenas noticias que tiene que esperar el sector porcino de Castilla y León han de venir de unos precios razonables en los piensos –no especulativos, que remuneren razonablemente al cerealista pero no enriquezcan al intermediario–, han de venir por seguir siendo los mejores en sanidad animal, por desarrollar todavía más nuestro modelo productivo basado en fuertes empresas integradoras que compitan entre ellas, por mejorar la genética y las técnicas de manejo, y por tener una industria cárnica potente y solvente que llegue a acuerdos con las principales cadenas de distribución de alimentos favorables para todas las partes. Y en todo esto, la Administración, ya que no da nada, lo deseable es que mantenga un papel discreto y que deje trabajar, justo lo contrario de lo que ha hecho con el cambio de la norma del Ibérico. Porque este sector, que se rige por criterios empresariales y no recibe un euro de dinero público, lo que necesita son normas claras y transparentes, decisiones políticas previsibles, pocas trabajas burocráticas, financiación suficiente y barata, y un poco de buena prensa para que resulte atractivo para los jóvenes.
* Artículo publicado el día 31 de julio en el suplemento El Campo de El Mundo de Castilla y León