Con todas sus ventajas administrativas, en Francia se calcula que más de un 14 por ciento de los agricultores y ganaderos se verán obligados a abandonar su actividad por culpa de la crisis actual. En España es muy posible que esa cifra se pueda duplicar.
Celedonio Sanz Gil. Periodista
Ha pasado ya el 15 de mayo, día de San Isidro, patrón del campo, de los agricultores. Una jornada muy curiosa porque hoy parece que sólo la celebran en entornos urbanos, porque también es el patrón de Madrid, fiesta en la capital del reino, con su feria taurina y sus praderas abarrotadas. Para el campo y los agricultores es un día más, en el que son otros los que lo nombran y se van de juerga.
En nuestros pueblos la celebración se va difuminando porque en muchos de ellos ya no quedan agricultores ni para portar las andas con la imagen del santo y acercarla en procesión a los cultivos. Organizaciones que antes eran muy importantes, como las diferentes cofradías de San Isidro, las Hermandades y luego las Cámaras Agrarias, o han desaparecido por completo o ya no son ni la sombra de lo que fueron. Con ello, hechos fundamentales que marcaban la vida de los pueblos, como el levantamiento de la veda de los pastos, la conservación de los caminos, la puesta al día de las cuentas, los relevos en las juntas o el comienzo del año agrícola han pasado al más profundo olvido.
Parece que no pasa nada, pero más allá del sentimiento religioso, la celebración de San Isidro, sus cofradías y toda la parafernalia que surgía a su alrededor, servía para crear una identidad solidaria y reivindicativa en los hombres y mujeres del campo, su identificación frente a otros colectivos, y en ellas se solucionaban algunos problemas concretos de su labor. Hoy, perdido ya ese impulso tradicional, por el campo se transita en el más completo individualismo, cada uno por su lado, y se siguen produciendo problemas con los pastos y los caminos que no encuentran un cauce interno para llevarlo, para que las cosas se puedan solucionar entre nosotros mismos.
Intervención divina
Por todo ello, acudir a la intermediación del santo patrón parece cuando menos ventajista, de malos hijos, que sólo se acuerdan de él un día al año y poco, de pasada, porque otros se lo recuerdan.
Lo cierto es que ahora en el campo hay razones más que suficientes para acudir a la intervención divina ante la impotencia humana para resolver los problemas que se extienden por el tiempo sin que se aviste una pronta solución. Ni siquiera la lluvia de mayo puede con ellos.
La caída de las cotizaciones, generalizada, en prácticamente todas las producciones, con precios pagados al agricultor y al ganadero por debajo de los costes de producción es ya un mal endémico, una plaga ante la que parece no haber un remedio eficaz.
Han llegado ya las primeras previsiones “realistas” sobre la próxima cosecha de cereales de invierno y los resultados son alentadores. El incremento de rendimientos respecto al pasado año es importante y se puede lograr una cosecha récord, superior a la de la campaña de 2013. Con estas perspectivas los precios han seguido bajando, en un mercado internacional ya deprimido, puesto que se augura que se puede batir también la marca mundial de reservas existentes.
En la leche el panorama no “cambea”. Los precios siguen por los suelos y las empresas recogen la mercancía que buenamente quieren, por mucho contrato que les asista. Lo mismo sucede en las carnes, tanto en la de porcino, como en las de ovino o vacuno.
Por si fuera poco, la alta humedad de las tierras en esta primavera tan lluviosa ha hecho que se multipliquen las plagas, que encuentran su mejor caldo de cultivo en este ambiente cálido y húmedo, y que se dificulten las siembras para las producciones de primavera, que no se pueden hacer o se realizan en pésimas condiciones, lo que eleva todavía más los costes de producción sin que exista la esperanza de obtener un mínimo rendimiento de explotación.
Nadie habla del campo
Un país en el que se van a celebrar las segundas elecciones en apenas seis meses, con más candidatos que nunca a la Presidencia del Gobierno, y ninguno habla del sector agrario. Ni siquiera una referencia de pasada, por quedar bien. Repiten programas que sólo recogen generalidades, que reflejan claramente que nadie se ha preocupado por profundizar en ellos.
Una actitud que se aleja cada vez más de la de otros países europeos, como Francia. Donde la crisis agraria sí preocupa seriamente a sus gobernantes, y es el propio presidente de la República el que anuncia que a partir del próximo 15 de octubre adelantarán un 75 por ciento de los pagos de la PAC, con dinero propio que luego les será reembolsado por la UE. Aquí el presidente del Gobierno no se inmiscuye en estas cosas y el Rey ni está, ni se le espera.
Pero mientras otros planifican ya esos pagos y adelantos aquí nos vemos obligados a ampliar los plazos de solicitud hasta el 15 de junio, porque no hay manera de que las diferentes Administraciones administren adecuadamente, ni se aclaren con las solicitudes o con los sistemas informáticos o lo que sea, a pesar de llevar ya más de dos décadas con este tema. Luego se acumularán los retrasos porque todas esas solicitudes hay que tratarlas, hay que atender los recursos, y seguir el procedimiento establecido.
A muchos esto les puede resultar baladí. Sin embargo, en un mundo tan interconectado y tan competitivo como el actual este diferencia en los procedimientos de pago puede suponer el golpe de gracia para la supervivencia o la desaparición de miles de explotaciones. En España las organizaciones agrarias solicitan la puesta en marcha de líneas de financiación para que los agricultores y ganaderos puedan afrontar los gastos de la nueva cosecha, mientras el gobierno francés pone a disposición de los suyos, de forma gratuita, una importante cantidad de dinero, que aquí en muchos casos no se podrá cobrar hasta bien entrado el año 2017, cuando las espigas ya empiecen a madurar.
Con todas sus ventajas administrativas, en Francia se calcula que más de un 14 por ciento de los agricultores y ganaderos se verán obligados a abandonar su actividad por culpa de la crisis actual. En España es muy posible que esa cifra se pueda duplicar. Parece que no encuentran otra solución para los problemas en sectores como el vacuno de leche que el cierre de explotaciones ganaderas y de plantas industriales. Cierre y pérdida de riqueza porque ya no habrá nada nuestro que pueda suplirlo. Otros vendrán de fuera a ocupar su lugar.
Y el santo, en su peana, acumula polvo y olvido, un reflejo del campo mismo.