Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Desde el año 2017 hasta el 2023, se dice pronto. Cinco años llevamos ya dando vueltas a una Política Agraria Común que no estrenaremos hasta el próximo mes de enero, y que debería durarnos hasta 2027, o incluso más. Sin embargo, nace vieja, y desde hace meses las administraciones con competencias en el asunto, consejería y ministerio, advertidas del peligro por las organizaciones agrarias, no dejan de poner remiendos para conseguir que, pese a sus fallos de base, al menos no estalle por los aires cuando comencemos a rellenar nuestras solicitudes de la PAC.
Digo que nace vieja porque el contexto mundial y europeo es radicalmente distinto al de cuando se iniciaron las negociaciones, en 2017. Acontecimientos como la crisis del Covid-19, la crisis energética, la invasión de Rusia a Ucrania, han barrido el planeta y dejado un mundo muy diferente al de hace cinco años. Pero los burócratas de Bruselas no sabemos si porque son optimistas y creen que todo se pasará en breve o porque son incapaces de rectificar y siguen su linde, mantienen el mismo exiguo presupuesto y unas líneas maestras “verdes” y de países ricos que desde luego España ni lo era ni lo es, mucho menos, ahora.
El 1 de enero está a la vuelta de la esquina, y la PAC se estrenará sin una verdadera política de incorporación de jóvenes, sin una apuesta firme por la mejora de infraestructuras, sin apoyo claro a los sectores estratégicos de nuestra Comunidad Autónoma. Y no solo eso. La PAC se implantará sin unos cimientos agronómicos que sustenten las medidas a las que obligatoriamente todo el sector estará sometido. Es decir, será una Política Común, pero desde luego poco Agraria. Porque llevarla a la práctica va a ser todavía más difícil que negociarla, dada la diversidad de los terrenos a nivel europeo, nacional y hasta dentro de la propia autonomía, las diferencias entre secanos, entre regadíos, entre pastos, entre cultivos permanentes… y lo mismo con los sectores ganaderos. Y, por si fuera poco, hay que sumar las oscilaciones de clima de unos años a otros, y la inestabilidad de los precios de nuestros productos, y de los costes de producción.
Prueba del susto que llevamos los profesionales en el cuerpo es que, reunión que los técnicos de ASAJA convocan, reunión que se llena hasta la bandera. No recuerdo otras charlas con un público tan atento y silencioso, escuchando cada explicación. La casuística es casi infinita, así que después de haber digerido las líneas generales, son muchos los que, uno a uno, van pasando por la oficina, preguntando por su caso particular. Y todavía surgen dudas, porque hay cosas tan ilógicas, que sesgan brutalmente la capacidad productiva, que nos resistimos a aceptarlas.
En ASAJA no nos resignamos, y estos días hemos protestado frente a la sede de la Comisión Europea, en Madrid. Los mensajes eran claros: no puede funcionar una PAC sin agricultores. Si el campo se arruina, no habrá comida, así de simple. Pedimos a las administraciones, nacional y sobre todo autonómica, que se pongan de nuestro lado, del lado de los agricultores y ganaderos. Porque hundir al sector y someter a nuestro país a depender de importaciones no es una opción. Nos va en ello la supervivencia del sector, pero también la alimentación de todos.