José Antonio Turrado. Secretario general de ASAJA CyL
A punto de concluir una retrasada y complicada campaña de recolección del cereal en Castilla y León, el mayor problema al que se enfrentan nuestros agricultores es el de la comercialización de los granos obteniendo en la operación los mayores ingresos posibles. Esto siempre es así y este año más todavía debido a los movimientos especulativos por parte de los grandes grupos que comercian con el cereal mundial y que mueven los valores de las ventas a futuros. En poco más de dos meses se han movido incrementos en precio en cifras entorno a los 50 euros tonelada y hoy la referencia del trigo hay que buscarla en los 200 euros tonelada, lo que sería, en pesetas de antes, unas 33 el kilo. Pero esta traslación de los precios internacionales al almacén que tenemos en nuestro pueblo no es fácil. En primer lugar, porque los intermediarios tienen que ganar, y porque toda la logística de quienes nos compran el grano y venden después a lo largo del año al consumidor final tiene un precio. Pero además, esta traslación de precios está costando más de lo habitual debido a la buena organización que tienen los que nos compran para no romper el mercado al alza, y por el exceso de oferta de muchos agricultores, que al día siguiente de cosechar quieren ver ya el dinero apuntado en su libreta. Esto último, lo de la urgencia en vender, es propio de quienes no son profesionales del campo, de jubilados y agricultores a tiempo parcial, pero también es verdad que este año se suma la prisa de quienes necesitan liquidez para tapar los agujeros que dejó la mala cosecha de 2017.
Así las cosas, el valor de nuestra producción, en boca de la consejera de Agricultura, ronda los mil doscientos millones de euros, y se incrementaría en casi doscientos millones más si esos precios mundiales tienen su traslación a las ventas en campo. Y esto es lo que toca ahora, defender que hay en juego doscientos millones de euros cuyo dueño moral es el agricultor que invierte, cuida la tierra, arriesga y trabaja en el campo. Las cooperativas deberían de hacer su labor poniéndose del lado de los intereses agrarios y no del de las multinacionales, y eso se hace resistiéndose a cerrar operaciones que no remuneren en su justa medida a los socios cooperativistas. Y nosotros, los agricultores, lo que tenemos que hacer es tranquilizarnos, buscar financiación si la necesitamos, y esperar un poco a que la tormenta escampe. Esos almacenistas que nos vendieron los abonos, y que quizás estén esperando a que vendamos el cereal para pagarles, también tienen que tener un poco de paciencia para que el momento de vender lo decidamos nosotros y no ellos. Porque, además de las tormentas meteorológicas, que las hemos tenido y muy dañinas por cierto, estamos teniendo una tormenta de precios que algunos quieren aprovechar para “hacer el agosto”.