Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
Hay dos cosas que un agricultor no olvida. La primera, cuándo se subió a un tractor por primera vez e imaginó que lo conducía, seguramente con muy pocos años, y de la mano de su padre o de su abuelo. Segunda, y no menos importante: el primer tractor que compró. Aunque luego compres otros, ese primer tractor nos marca, y de hecho somos muchos los que lo conservamos en la nave, aunque sea para desempeñar alguna tarea auxiliar.
El tractor es el rey de la maquinaria agrícola, y con razón. Es como una extensión de uno mismo, la maquinaria central que permite activar al resto de aperos y desempeñar las diversas tareas que requiere la explotación. Casi dos terceras partes del tiempo de trabajo -en el campo, no el papeleo, que también consume horas- del agricultor transcurren en el tractor. Llega un momento que es casi una extensión tuya, lo conoces al milímetro y la cabina es como tu casa. No es raro pues que la compra de un buen tractor sea tan deseada por parte de los profesionales, y que nos guste tanto conocer detalles de las nuevas y poderosas máquinas, y disfrutemos viéndolas en ferias como Agraria.
Sin embargo, la compra de maquinaria es también una decisión empresarial de primer orden, que supone una inversión muy importante. Ante esta adquisición, el agricultor no puede actuar como un amante o coleccionista de maquinaria, sino con la cabeza fría de quien sabe que está eligiendo la máquina más útil para su explotación. ¿Va bien en nuestros terrenos? ¿Es estable? ¿Qué normas de seguridad y prevención de riesgos cumple? ¿Cuál es su consumo? ¿Cómo se adapta a los requisitos cada vez más estrictos de emisión de gases? ¿Requiere un mantenimiento complejo? ¿Su complejidad puede acarrear averías? Y, sobre todo, ¿es lo que necesitamos? En fin, esas preguntas un poco de andar por casa nos obligan a poner los pies en la tierra, y no solo suspirar por las elegantes líneas y poderosa tecnología de los nuevos tractores.
La agricultura de Castilla y León es, por las dimensiones de las explotaciones y las producciones que alberga, con un gran peso del secano, una de las más mecanizadas del país. Diversos factores, desde el retroceso del número de activos, hasta la necesidad de rentabilizar la agricultura cuando los márgenes de beneficio son mínimos, obligan al agricultor a incrementar la superficie que trabaja, algo que permite a su vez la sofisticada maquinaria actual. Es cierto que cuando hay una diversificación de cultivos es interesante recurrir a terceros si solo se necesita una maquinaria específica en momentos actuales, pero en general los agricultores profesionales quieren contar con un equipo suficiente para afrontar las tareas esenciales de su explotación. Sin dispendios, pero tampoco con racanería: la medida es que a todo lo que esté en la nave se le dé buen uso, no que solo sirva para presumir delante del vecino. Y también porque el profesional del campo disfruta de tener esa libertad de hacer las tareas en el momento que considera que es más oportuno para sus tierras, porque el tiempo es caprichoso y en el campo no hay vacaciones ni horarios. A veces el momento idóneo es mañana, sea domingo o sea Navidad.
Por eso seremos miles los que acudamos estos días a Agraria, con la misma ilusión con la que nuestros padres y abuelos acudían en sus tiempos a las ferias de sus tiempos. Ferias que para los agricultores y ganaderos son un escaparate de novedades, pero también un momento de reunión y celebración con otros profesionales y amantes del campo. Claro está que ahora cuando acudes a la feria ya llevas visitados varios portales de marcas de maquinaria, y hasta has preguntado opiniones en foros de internet. Aun así, ver en directo los aperos y tractores tiene un valor especial, que la pantalla del móvil no puede en ningún caso proporcionarte.
Tomada la decisión de compra y elegido el modelo en cuestión, llegará la hora de la verdad. Elegir el concesionario depende principalmente de dos motivos. Uno, el servicio: nada hay más importante que la confianza en que no te van a dejar tirado en caso de dificultades. Segundo, el precio. Y ahí duelen las dificultades que todavía hoy, en este mundo globalizado, ponen en algunas zonas para poder elegir el concesionario que presenta la mejor oferta. Algo que por lógica de mercado debería estar ya erradicado.
El tramo final es en realidad el principio: la llegada del tractor, o del apero, a la explotación. Ahí muy pronto quedan atrás los tiempos en los que lucía limpito y guapo en la feria. Con frío, calor, barro o polvo, en el campo, trabajando mil horas, es cuando un tractor, que a lo mejor no el más grande ni el más llamativo, demuestra lo que vale.