Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA CyL
En esta política a trompicones que estamos viviendo en nuestro país, con un calendario repleto de citas electorales, el sector apícola ha acabado siendo víctima colateral. ¿Por qué? Porque queda pendiente de aprobación uno de los pocos temas que son potestad exclusiva del Ministerio de Agricultura, el etiquetado del origen de la miel. El sector lo daba casi por hecho, sobre todo cuando a finales del pasado mes de enero se había puesto en marcha esta obligación de identificar el origen en la leche y los lácteos, abriendo un camino positivo para lograr, como desde hace años pide ASAJA, que el consumidor sepa de dónde proceden los alimentos que compra.
Especialmente, en el caso de la miel este etiquetado es necesario, y además dadas las características del producto, no debiera presentar demasiadas dificultades la aplicación de esta normativa. Clama al cielo la cantidad de años que llevan nuestros apicultores denunciando cómo se cuela en los lineales de los comercios miel importada, principalmente de China, aunque mejor sería decir un subproducto que imita la miel, puesto que mayoritariamente está compuesto de melazas y extractos vegetales, que poco tienen que ver con el néctar que sale de las colmenas.
En España hay aproximadamente tres millones de colmenas, de las que unas 450.000, entorno al 15 por ciento, están en Castilla y León. Salamanca, con casi 300.000, es la provincia más potente, seguida por otras como Zamora, Burgos, León o Segovia. En muchos casos se trata de una actividad a tiempo parcial, pero en la comunidad hay 650 profesionales, un número significativo. Hay que destacar también que la apicultura es una de las alternativas para los jóvenes que se incorporan al sector, sobre todo en zonas donde es difícil emprender otras actividades.
Esta peculiar ganadería comparte con el resto del sector un problema común: los malos precios. Cuando los costes de producción por kilo de miel están estimado en 2,75 euros, en el mercado los intermediarios se la pagan apenas a 2,50, lo que significa pérdidas y explica por qué todavía casi la mitad de la producción del año pasado está sin vender, aguardando en los almacenes. Pero eso no quiere decir que los mercados y la distribución estén desabastecidos, puesto que como hemos dicho los lineales están repletos de “mieles” importadas.
Así, se da la contradicción de que mientras que España produce alrededor de 30.000 toneladas de miel al año (4.000 de Castilla y León), exportamos casi 25.000 a países como Alemania, Francia o Italia, y a la vez importamos 34.000, principalmente de China.
Mientras que los ciudadanos de esos países europeos, con mayor poder adquisitivo, valoran claramente la calidad de la miel española, aquí en los supermercados se está vendiendo melazas importadas, envasadas eso sí por marcas conocidas y floreadas etiquetas, pero que eluden indicar si es verdaderamente miel y de dónde procede. Algo que ASAJA considera que es un fraude para el consumidor, además de crear competencia desleal al apicultor español.
Así las cosas, y sabiendo que el 29 de abril hay elecciones, le agradeceríamos al ministro en funciones, Luis Planas, que preste un último servicio al sector apícola y apruebe estos días que le quedan un decreto obligando a que el origen de la miel se indique de forma correcta en su etiqueta. Ojalá nos escuche.
- Artículo publicado el 25/02/2019 en Mundo Agrario, El Mundo de Castilla y León