José Antonio Turrado. Secretario general de ASAJA Castilla y León
La Comisión Europea prepara una propuesta para elevar al Consejo que permita una mayor liberalización arancelaria recíproca en virtud del artículo 69 del Acuerdo de Asociación Ucrania-UE, y lo ha sometido a consulta pública a lo largo de este mes de septiembre. Cuando los agricultores y ganaderos de España, sobre todo los cerealistas de Castilla y León, clamamos por una revisión del acuerdo, para que sea más restrictivo imponiendo aranceles o contingentes, nos encontramos con que las directrices políticas van justo en sentido contrario. Esto significa que productos para los que todavía no hay una apertura total en frontera se beneficien de esa “barra libre” que supone eliminar aranceles y contingentes, a la vez que se homologan prácticas agronómicas y de producción animal para que no se frenen transacciones por ese motivo. En este sentido, el sector del azúcar podría ser uno de los próximos grandes perjudicados, pero no el único.
Siendo cierto que estos acuerdos sobre permeabilidad de fronteras van en el doble sentido, en el de importar y en el de exportar nosotros, no es menos cierto que Ucrania no tiene disponibilidad de divisa para adquirir nuestros productos de gran calidad de los que somos excedentarios, ni sus ciudadanos tienen capacidad de compra, ni van a necesitar mucho de nosotros en un país con tanto peso y oportunidades en el sector primario. Por eso, en la parte que nos toca beneficiarnos de esa apertura de fronteras, no hay oportunidades.
Nadie niega que hay que ser solidarios con el pueblo ucraniano, que hay que respaldar el apoyo que la comunidad internacional, y particularmente la Unión Europea, está dando a este país en guerra, pero toda la solidaridad no puede salir solo del esfuerzo de nuestros agricultores y ganaderos. El sector primario de la agricultura y la ganadería de España y del resto de países de la Unión Europea está financiando una gran parte de la guerra, más de la que nos corresponde y más de la que podemos, y por esto, en este momento, después más de un año vendiendo cereales y oleaginosas a pérdidas, hay motivo para revisar los tratados, para convertirlos en más restrictivos, y no para lo contrario, como pretende ahora Europa.
La agricultura ucraniana dista mucho de ser homologable con la de la Unión Europea y, mientras no lo sea, ni debemos permitir la adhesión a este club de países, ni permitir tratados tan desequilibrados como el que nos han impuesto, aun en tiempos de guerra.