Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA CyL
Encuentro bastante desconocimiento, cuando no frivolidad, en el tratamiento que muchos medios de comunicación, sobre todo los radicados en la capital de España, dan al tema de los jóvenes agricultores y ganaderos. Lo que más les gusta destacar son casos digamos excepcionales, como por ejemplo un abogado que abandona una multinacional en busca de la tranquilidad de un pueblo, y de la noche a la mañana quiere convertirse en agricultor. Siempre me queda la duda de conocer más sobre esos casos, y sobre todo si después de un tiempo prudencial siguen en el mismo pueblo, trabajando cada día y sosteniendo a sus familias.
Como dice el refrán “los experimentos, con gaseosa”. Y pocos sectores permiten menos experimentos que el campo. Para empezar en esto, y digo en serio, necesitas tres cosas que no se improvisan: una raíz familiar, una base territorial previa o de actividad ganadera, y, además, dinero suficiente para poder arrancar, al menos los primeros años.
Esto ya hace bastante cuesta arriba el camino. Pero es que, además, las condiciones que hasta ahora marca Europa para incorporarse al sector (que esperemos se modifiquen para el próximo periodo) complican aún más las cosas. Hay exigencias de gasto tan absurdas que muchas veces el joven tiene que malgastar el dinero, que no le sobra precisamente, para justificar la solicitud de una ayuda que además llegará muy tarde. Así, compra maquinaria que a veces no es imprescindible, o puja en subastas municipales por fincas casi improductivas a precios excesivos para aumentar su explotación y lograr que su expediente de incorporación cumpla los requisitos.
Todos estos factores hay que tener en cuenta al hablar de jóvenes agricultores y ganaderos. De nada sirve decir que la cosa va viento en popa ni vender cifras inexistentes. La apuesta y apoyo de ASAJA por los jóvenes es bien conocida y valorada por el sector, y de hecho nuestra organización es la que más incorporaciones tramita. Pero no son los números los que nos preocupan, sino que sean incorporaciones de verdad, de hombres y mujeres que lleguen al sector para quedarse. Que elegir el campo sea una decisión razonada, tomada tras estudiar y formarse. Al que verdaderamente sienta que el campo es su vocación y destino, no le importará que la exigencia principal sea permanecer en el sector no ya cinco años, sino diez, porque está convencido de que la agricultura y la ganadería es su profesión.
En los últimos seis años en Castilla y León se ha incorporado una media de unos cuatrocientos jóvenes al año. No son tantos como dice la consejera, y tampoco creo que inflar las cifras sea necesario. Lo fundamental es que sean incorporaciones de verdad, que permanezcan en el tiempo. Lo que esos jóvenes necesitan no son promesas, sino realidades: que se simplifique la burocracia, que ya clama al cielo, y que la ayuda llegue con rapidez y se enfoque más al mantenimiento y continuidad de la nueva explotación.
No podemos olvidar que más del 50 por ciento de los que hoy están en el sector supera los 55 años. Así que a los hombres y mujeres que quieren incorporarse y ser agricultores y ganaderos tienen que sentir que se les apoya, para que pongan las bases de explotaciones sólidas y con futuro.
*Artículo publicado el lunes 28 de enero en El Mundo de Castilla y León