Castilla y León es garantía en todo el mundo de buenos productos agroalimentarios, como demuestran nuestro creciente peso en las exportaciones. ¿Seremos tan tontos de no aprovechar y valorar lo nuestro dentro de nuestras propias fronteras?
Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
En El Corte Inglés ya es Navidad, como dice la publicidad. Semanas antes de que llegue el día 25, las tiendas nos animan a comprar y tener todo a punto con anticipación. Pero hay gente que no sale en los anuncios de televisión y que lleva trabajando desde hace mucho más tiempo para que en las fechas navideñas no falte en las casas el producto más típico: el lechazo. Nuestros ganaderos comenzaron hace más o menos cinco meses a programar las gestaciones en sus rebaños para que los corderos nazcan a tiempo; cinco meses de cuidado extremo de las hembras, atendiendo al milímetro sus necesidades de manejo y alimentación, algo especialmente complicado en un año como este, en el que los costes se han disparado por la falta de pastos. Pero ningún buen ganadero ha dejado de proporcionar a sus animales lo que necesita, aunque él mismo haya tenido que recortar de cualquier necesidad propia: “Antes los animales”, así lo dicen. Los ganaderos de Castilla y León son verdaderos especialistas en lechazo, y de los cerca de dos millones y medio que se producen cada año en España, dos millones son de nuestra tierra. Los márgenes son muy estrechos, y buena parte de sus ingresos depende de los céntimos –por desgracia muy pocos– que repuntan los precios en torno a la Navidad.
Por eso es vital que las administraciones impidan en estas fechas la importación de corderos, franceses sobre todo, más grandes y de aptitudes no cárnicas, a años luz de la calidad de nuestro lechazo. Corderos importados cuyo único objetivo es inundar el mercado para presionar a la baja los precios que se pagan al ganadero español, porque en ningún caso se trasladarán bajadas al consumidor, que seguirá pagando lo mismo y encima por un producto que no reúne las cualidades del lechazo de nuestra tierra. Por eso, un año más, pedimos al consumidor que mire bien la etiqueta, para que no le den gato por liebre.
Y lo mismo en el lechazo que en tantos otros productos de nuestra tierra. Podrían decir algunos que cómo no voy a defender la calidad de los alimentos de aquí representando a una organización de agricultores y ganaderos de aquí. Pero es que Castilla y León, y España en su conjunto, es garantía en todo el mundo de buenos productos agroalimentarios, como demuestran nuestro creciente peso en las exportaciones. ¿Seremos tan tontos de no aprovechar y valorar lo nuestro dentro de nuestras propias fronteras? Muchos de los 50 millones de visitantes que llegan a nuestro país cada año buscando playa lo que acaban añorando y llevándose en la maleta es una muestra de nuestro jamón, de nuestro vino, de nuestras legumbres. Con todas las garantías sanitarias y de trazabilidad, pero sobre todo con todo el sabor, y encima a un precio muy competitivo. Algo que me sorprende es que nos gastemos lo que nos pidan en un gin-tonic, por muchos adornos que le pongan, y luego queramos escatimar al comprar un lechazo, que es el plato estrella que reúne a la familia en las fechas más significativas del año. Y no olvidemos que detrás de cada lechazo están cinco meses de trabajo y desvelos de un ganadero, que con los precios actuales desde luego no está ni de lejos recompensado.