Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

La semana pasada cerraba la campaña PAC más larga de la historia, prolongada por el estado de alarma. Cada campaña baja el número de solicitantes PAC, entre otros motivos porque para poder vivir de esto hoy es necesaria una explotación mucho mayor que la que tenían nuestros padres. Pero lo que se mantiene casi inalterable es la superficie. Las tierras ni se estiran, ni se encojen, y la cifra de 5,2 millones de hectáreas se repite desde hace años. Esa superficie engloba cereales, pastos, forrajes, cultivos industriales, proteaginosas, oleaginosas, barbechos… Aunque a simple vista podría pensarse que no hay caídas o subidas espectaculares, para el observador atento sí que hay cambios significativos que merece la pena interpretar.

Empezando por los cereales, vemos cómo gana superficie la cebada, mientras que disminuye el trigo. A pie de campo, los agricultores hemos podido observar la evolución de ambos cultivos: mientras que la cebada avanzaba sin problemas, el trigo tenía que sortear hierbas y enfermedades sin fin. Algo está fallando en las variedades que ofrecen los semillistas, que no parecen adaptadas a nuestro territorio, sino que se diseñan para otras partes de Europa. Eso sí, luego tenemos que pagar religiosamente los royalties correspondientes, cosa que no cuestionaríamos si esas variedades de verdad se adaptaran a nuestro terreno árido y clima extremo.

Otro cultivo en el que han bajado las siembras ha sido el girasol. Siendo de las poquísimas alternativas a los cereales, debería repuntar, pero los precios a los que se paga la pipa muchas veces no cubren ni los gastos. Entra pipa o directamente aceite a granel procedente de Europa del Este, y marcas muy conocidas españolas no tienen ningún reparo en embotellarlo sin identificar la procedencia del girasol.

El maíz, en cambio, año a año suma superficie. Los buenos resultados en los rendimientos, y la relativa comodidad que las tareas que precisa, explica que hoy nuestra comunidad encabece la producción nacional, con León como motor principal.

Por el contrario, dos cultivos estrella desde siempre de nuestra comunidad van perdiendo año a año superficie, aunque España consuma más de lo que produce en ambos casos: la patata y la remolacha. Por primera vez en la historia reciente de Castilla y León, hay menos de remolacha que de patata. Mientras, la industria sigue con sus promesas, la distribución atornilla al sector todo lo que puede, y los gobiernos demasiadas veces prefieren mirar para otro lado.

Detrás de todos estos cambios está la lucha del agricultor por mantener la rentabilidad de su explotación. Los agricultores somos pequeños empresarios que tratamos de ajustar trabajo, costes e inversiones para avanzar, dentro de las siempre escasas posibilidades que están a nuestro alcance.

 

  • Artículo publicado en Mundo Agrario, suplemento de El Mundo de CyL, 22/06/2020