José Antonio Turrado. Secretario General ASAJA Castilla y León
Supongo que nunca nos dijeron que esto de la agricultura y la ganadería fuera fácil, y seguro que nos enseñaron que cuando sembramos no sabemos cuánto vamos a recoger ni a qué precio nos lo van a pagar. Estos son los principales riesgos del sector en el que estamos –riesgos, por otra parte, asumidos–, que muestran la cara fea del negocio que tenemos, y que pocos desde fuera tienen en mente cuando envidian esas ayudas que cobramos o cuando ven que el trabajo que hacemos se ha humanizado de forma muy considerable. Digo esto porque, salvando excepciones, estamos ante un mal año para la agricultura de Castilla y León, un muy mal año para quienes tendrán cosechas menguadas y todavía no se han recuperado de las pérdidas de la cercana campaña de 2017. Cuando todo apuntaba a unas buenas expectativas, tras resistir el campo los efectos del retraso de las siembras y las escasa lluvias de invierno y principios de primavera, la falta de precipitaciones en momentos críticos del mes de mayo ha dado al traste con ese legítimo deseo de recoger el fruto de lo sembrado.
Ya sé que la agricultura de secano siempre ha sido así, pero también es cierto que cuanto mayores son las explotaciones peor se pasan estas crisis por falta de cosecha, y también es cierto que el que más y el que menos pensamos que el denominado cambio climático está influyendo de forma negativa en nuestros resultados económicos. De nuevo recurriremos a esas ayudas de la PAC para poner apósito a la sangría que se abre en las carteras a causa de esta sequía, aunque no serán suficientes; reclamaremos otros apoyos que no llegarán por ninguna parte, como no han llegado nunca; pediremos más plazo a los bancos, y en unos casos nos lo darán y en otros dirán que hemos llegado al límite; tiraremos de nuevo del seguro agrario que, aunque imperfecto, es la mejor herramienta en estos casos; y a la vuelta del verano empezaremos otra vez a hacer lo mismo con la ilusión de que las cosas salgan mejor.
No es fácil estabilizar las rentas en la agricultura de secano de Castilla y León con producciones por lo general escasas y muy oscilantes, pero se debe de trabajar en medidas que den soluciones al sector más numeroso por número de hectáreas y profesionales afectados. Soluciones son mejorar el seguro agrario, reducir los costes de producción –lo contrario por ejemplo a la prohibición de utilizar en un futuro próximo el glifosato–, poner freno a la especulación con el precio de la tierra, racionalizar la mecanización, mejorar los canales de comercialización, luchar contra las adversidades climática haciendo plantas resistentes con tecnología que no excluya lo transgénico, autorizar pesticidas seguros y a la vez realmente eficaces, liberalizar de verdad el mercado de los abonos, mejorar las infraestructuras, y reorientar mejor las ayudas de la PAC.
Supongo que a cosas como estas se refería un partido político, dicho sea de paso, de los perdedores, que en las pasadas elecciones generales incluía en su programa electoral “un apoyo a la agricultura de secano”, y digo supongo porque, como buenos políticos, no se mojaron en nada, tiraron la piedra y escondieron la mano, aunque si hubieran dado por sentado que iban a perder, habrían hecho demagogia con el asunto.