Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
“Éramos pocos… y parió la abuela”, dice el refrán popular. Va bien con la cara que se nos ha quedado a los agricultores y ganaderos al conocer el recorte del presupuesto de la PAC, lo único que más o menos damos por seguro, cuando los precios son los que son y no tenemos otra que seguir produciendo, incluso en las peores circunstancias, como en la actual pandemia.
Pocos años como este para comprobar la lucha del agricultor para vivir de su trabajo. Incluso cuando hay una buena cosecha, como la actual, la rentabilidad de la explotación está en entredicho. El deseo de cualquier profesional del campo es vivir lisa y llanamente de su trabajo. Pero los precios están claramente por debajo de costes, y sin el apoyo de la PAC no solo habría una reducción de activos (que ya se produce, porque las explotaciones tienen que ser mayores para sobrevivir), es que desaparecería la propia actividad.
No es un tema nuevo: hace solo unos meses, los agricultores estábamos en calles y carreteras con nuestros tractores, denunciando que las cuentas en el campo no salen. Cuando parecía que por fin entendían nuestra queja y que teníamos a la opinión pública a nuestro favor (hasta el vicepresidente Iglesias dijo aquello de “apretad”), el virus obligó a dejar todo aparcado. Estos meses, como para el resto de la sociedad, la prioridad ha sido proteger la salud de todos, y tratar de amortiguar los golpes en la economía de nuestro país.
Por eso ha caído como un mazazo el recorte de las ayudas de la PAC, que encima ha pasado casi desapercibido entre las noticias del acuerdo europeo para la reconstrucción. Tiene difícil el ministro convencernos a los agricultores y ganaderos de que no habrá problemas, cuando está constatado que habrá menos presupuesto -alrededor de un 10 por ciento menos, cien millones menos al año para el campo de Castilla y León- para hacer no solo lo mismo, sino mucho más. Porque tan grave como el recorte financiero es que la nueva PAC trae una “mochila” de requisitos de todo tipo que condicionarán la actividad productiva de agricultores y ganaderos.
La perplejidad del sector es mayor si cabe cuando acabamos de vivir una situación sin precedentes, en la que hemos visto y sufrido las consecuencias de dejar de producir bienes esenciales porque los podemos traer de países terceros a menor precio y no se sabe con qué garantías. Imaginemos que lo que ha ocurrido con las mascarillas y otros elementos de protección, que venían de China, hubiera ocurrido con los alimentos. ¿Qué hubiéramos comido? Por lo visto esto en Bruselas no se ha tenido en cuenta, y vuelven a la carga con un modelo que pone en riesgo la agricultura productiva. Ahora mismo, somos deficitarios en productos tan necesarios como los cereales, el azúcar, las patatas o los lácteos; una reducción productiva nos haría depender aún más de los mercados exteriores.
La postura de ASAJA no puede ser otra que la de total oposición a recortes en el ya mermado presupuesto agrario, y pedir al Gobierno que habilite una partida complementaria en los presupuestos generales del Estado. También se abre ahora el debate sobre a quién hay que dar prioridad en el reparto de ayudas, y ASAJA lo tiene muy claro: a los profesionales, a los que trabajan en sus explotaciones y cumplen sus deberes productivos, fiscales y en materia de Seguridad Social.
*Publicado en El Mundo de Castilla y León, 27 julio 2020