Donaciano Dujo. Presidente ASAJA Castilla y León
Desde los años cincuenta del siglo pasado al momento actual, el campo ha vivido su propia revolución tecnológica. Nuestros antepasados, que necesitaban tantos brazos para hacer unas pocas hectáreas, la rapidez y eficacia que se logran con los medios actuales les parecería algo increíble. A la par que esta reducción de los efectivos humanos, al lado de los de los agricultores y ganaderos han ido creciendo las casas comerciales que nos suministran unos medios de producción cada vez más sofisticados. Baste indicar que prácticamente uno de cada dos euros de los cerca de 5 millones de euros del PIB anual del sector agroganadero de Castilla y León lo absorben los insumos que se precisan para producir alimentos.
Allá por los años ochenta, los vendedores de las distintas firmas, sobre todo de maquinaria, peinaban el territorio pueblo a pueblo para convencer a cada agricultor de que se hiciera con un tractor con cabina cerrada y cien caballos de potencia, que por entonces eran el último grito. Y eran unos vendedores insistentes y esforzados, que casi te visitaban cada semana, y no pocas veces hasta hacías amistad y les invitabas a la cocina a compartir un vino y un trozo de pan con queso.
Ese trato tan doméstico ha quedado ya casi olvidado. Hoy, cuando un agricultor quiere comprar un tractor, cuenta con mucha información previa, recopilada en Internet, ferias o en los mismos concesionarios. Somos muchos menos y estamos muy desperdigados en el territorio, pero seguimos siendo unos consumidores muy importantes, porque los medios de producción son más especializados, y mucho más caros. Ya no vale cualquier apero, ni la semilla de siempre; y lo mismo en ganadería, porque cada parto, cada litro de leche, están controlados y obedecen a un manejo muy concreto. Las diferentes firmas comerciales también han cambiado de estrategia. El vendedor ya no va de pueblo en pueblo, visitando de uno en uno a los clientes.
Ahora lo que está de moda es hacer una jornada. Tal es así que últimamente no hay semana en la que no estemos convocados a una charla u a otra, promovida bien por una casa de maquinaria, de semillas, de fertilizantes, de herbicidas, de GPS y programas informáticos o incluso de drones. Y lo cierto es que acudimos, porque en este trabajo, en el que se pasan muchas horas solo, nos gusta compartir unas horas con otros compañeros. La diferencia entre un aforo lleno o por la mitad depende muchas veces del tiempo y de si hay tareas urgentes en el campo. Los ganaderos pueden ir menos, porque la dependencia que exige su trabajo no se lo permite.
El público más deseado por las casas comerciales son los más jóvenes, siempre dispuestos a meter en su nave lo mejor y más reciente. Los profesionales de mediana edad son más cautos, no están tan dispuestos a cambiar de forma de trabajar, y miden más las inversiones. Pero unos y otros escucharán lo que les cuenten, las bondades de los productos que ofrecen, acompañadas de alguna información general. Principalmente sobre la PAC, la presente o la futura, que siempre da tema.
La suerte que tienen es que en este tipo de jornadas el público escucha, se toma un vino y se da por satisfecho. Y lo mismo pasa cuando es la propia administración la anfitriona, que aunque no vende tractores, siempre está dispuesta a vender sus logros: la gente oye al político de turno e incluso le aplaude con entusiasmo. Pero claro, a los políticos, a los bancos y a las casas comerciales no les preguntan “qué hay de lo mío”. Esas preguntas concretas y difíciles de contestar nos las dejan a las organizaciones agrarias. Nosotros, después de pelear y trabajar cada tema, no lo venderemos en ninguna jornada, porque siempre quedarán cosas sin resolver que no nos permitirán presumir, ni estar satisfechos.
*Publicado el 30 de abril en Mundo Agrario, El Mundo de Castilla y León