José Antonio Turrado. Secretario general ASAJA Castilla y León
Creo que los ganaderos nunca hemos estado bien vistos por la sociedad, ni por una parte de los agricultores, pero era algo asumido sin más trascendencia. Cada uno a lo suyo y tanto la profesión de agricultor como la de ganadero tiene sus pros y sus contras, sus ciclos buenos y otros no tanto, y a poco que hasta el más cerril hurgue en estas relaciones, se dará cuenta que ambos subsectores nos necesitamos y que uno no sería nada sin el otro.
Hoy los verdaderos enemigos del sector ganadero están fuera del mundo agrario, y hay que buscarlos en esos animalistas que vigilan si nuestros gallos copulan con nuestras gallinas, a esos veganos que quieren implantarnos por decreto franquista su derecho a no comer carne, a esos señoritos de paseo diario a los que molestan las cagarrutas que dejan en el camino las ovejas, a esos ecologistas de la Castellana de Madrid que opinan sobre el urbanismo del pueblo más perdido en la despoblada provincia de Soria, o a esos envidiosos que no entienden que ahora el ganadero sea una persona como las demás en el disfrute de comodidades y hasta en el aseo diario. Es penoso que este sector, el ganadero, que tanta dedicación requiere, que tanta inversión precisa, y al que nos dedicamos con cierta vocación, tenga que aguantar las impertinencias de tanta gente, y lo que es peor, las trabas y dificultades que te plantea desde el más indolente que siempre hay en todos los pueblos, al encorbatado funcionario insensible a todo lo que no sea su nómina, o el político cobarde y egoísta que sin más análisis da la razón a quien cree que mueve más votos.
Hoy todos los ganaderos somos unos apestados porque tenemos una macrogranja. Todo el que no es un “ganadero perro flauta”, que alguno hay, es un propietario de macrogranjas a los que hay que limpiar de la faz de la tierra. En mis dos mil metros cuadrados de nave de cerdos se oculta una macrogranja. La prensa se presta a este juego de desprestigiarnos con titulares incendiarios que terminan cerrándonos todas las puertas, y si se me permite un ejemplo puedo poner el de un proyecto de “macrogranja de 52.000 pollos” en San Miguel del Arroyo, que a duras penas da para vivir una persona y que entiendo ocupará no mucho más de 2.000 metros cuadrados de nave.
De nada sirve que nosotros, las organizaciones agrarias, queramos llevar la verdad a quien no quiere oírla, incluidos medios de comunicación, de nada sirve que rebatamos con buenos argumentos sobre si el tamaño es o no desmedido y, lo que, es más, de nada sirve que demostremos que cumplimos la normativa y que por lo tanto no vamos a perjudicar ni a la población ni al medio ambiente. De menos sirve que justifiquemos que gracias a nuestras ganaderías generamos riqueza y empleo, que exportamos carne y mejoramos la balanza exterior de España, y que damos sustento a una pujante industria agroalimentaria que por lo general se asienta en el medio rural. Estamos perdiendo la batalla de la opinión pública y paralelo a eso nos están cerrando puertas de las distintas administraciones, empezando por los ayuntamientos, que harán muy difícil seguir, y más todavía empezar.
¿Quién inventó el término de “macrogranja”? Si se rastrea en Internet las primeras entradas llegaron de la mano de Upa y Coag oponiéndose a un proyecto de granja de vacas de leche en Noviercas (Soria), oposición en este caso con la que podemos estar de acuerdo. Estos que son del sector, los de UPA y COAG, sabían cómo hacer daño, y ahora que otros les han seguido la estrategia para “enmierdar” toda la ganadería, ya no hay quien los pare. Lástima que no sirva de nada que toda esta desgracia recaiga sobre sus conciencias.