«Sería bueno que el negocio eólico se convirtiera en un complemento de rentas en las explotaciones agrarias, a poder ser en las explotaciones familiares, que sirva para generar riqueza y bienestar y consiguientemente asentar población en el campo»
José Antonio Turrado. Secretario general de ASAJA CyL
Es fácil de entender los motivos por los cuales están surgiendo como setas los proyectos de instalar, en el medio rural, fuentes de generación eléctrica como son las torres eólicas o las placas fotovoltaicas. Si por razones ambientales, económicas, o simplemente modas, cerramos las térmicas y las nucleares, de algún lugar tienen que salir la electricidad que consumimos. Si además la tecnología permite producir energías renovables compitiendo en el mercado sin el sustento de subvenciones al kilovatio, estaremos encajando las piezas del puzle.
Lo que más suena en los últimos meses en el campo son las placas fotovoltaicas, y no suenan como pequeños proyectos al alcance de un pequeño inversor, como ocurrió hace unos años, suenan proyectos de cientos de hectáreas, de cientos de megavatios, y de cientos de millones de euros, proyectos al alcance únicamente de grandes compañías o de importantes fondos de inversión. Traído esto al campo de Castilla y León, hay que decir que hay sitio para todo y para todos, y que instalar estas placas no tiene por qué estar reñido con la agricultura y la ganadería, salvo que no se pongan los medios para hacer las cosas como hay que hacerlas. De entrada, en Castilla y León no todos los propietarios son agricultores, y convendría que los promotores de esos proyectos, además de poner los dientes largos a los dueños de las fincas, piensen en una justa compensación al agricultor arrendatario que ha de dejar las tierras. No parece razonable que, habiendo tanto terreno, los promotores se fijen en zonas de transformación en regadíos, en pujantes regadíos, en terrenos de especial valor ecológico, o en terrenos con figuras de protección, pues respecto a esto último, no sería justo que nos prohíban actuaciones agrícolas o ganaderas de chichinabo, y a estos promotores eólicos le dejen cubrir el campo de espejos.
Si estas actuaciones para producir la energía del futuro necesitan el medio rural, sería bueno que la legislación, y también la responsabilidad corporativa del empresario, trataran de beneficiar al agricultor, porque de lo contrario se estará trayendo al campo un elemento extraño que provocará importantes fricciones entre nuestra gente. Sería bueno que el negocio eólico se convirtiera en un complemento de rentas en las explotaciones agrarias, a poder ser en las explotaciones familiares, que sirva para generar riqueza y bienestar y consiguientemente asentar población en el campo. Vincular las nuevas energías al medio rural, vincularlas a la actividad primaria de la agricultura y la ganadería, es algo que ya han ensayado con éxito países próximos como Francia y Alemania, países que miman más a sus agricultores y que han conseguido que el medio rural no esté tan deteriorado como el nuestro.
Y en este llamamiento a velar por lo rural y por lo agrario, conviene hacer reflexionar a esas entidades locales que son dueñas de los terrenos, de esos terrenos agrícolas de toda la vida, que a la más mínima oferta pretenden convertir en industriales. No es el papel de las entidades locales, sobre todo de las pequeñas pedanías, hacerse ricas generando unos recursos para los que no tienen competencias a la hora de gastarlos, y por el contrario tienen la obligación, al menos moral, de no quitar las tierras y los pastos a esos ganaderos con arraigo que siempre han estado ahí para defender el patrimonio, la cultura, las tradiciones y la esencia de la vida rural.
ASAJA quiere ver el negocio de las eólicas y las fotovoltaicas como una oportunidad de desarrollo para el medio rural y para la actividad agropecuaria, para la economía de las familias agricultoras. Para que sea así, los proyectos han de ser transparentes, han de evitar daños colaterales como son echar a los agricultores de las tierras, han de tener una fiscalidad favorecedora para la gente del campo, y han de aportar valor añadido en forma de empleo y otras mejoras sociales. Y como esto es muy importante, no sería malo que los políticos, ahora en campaña, nos digan qué alcance tiene este negocio y quién se va a llevar los cuartos, que seguramente serán los de siempre.