Mientras no llueva lo suficiente, no haya otra cuestión de preocupación ni de ocupación para el profesional del sector que la sequía. Y nos desespera pensar que si vuelve un mal año, de nuevo nuestras autoridades agrarias sigan mirando para otro lado y no den respuestas satisfactorias.
José Antonio Turrado. Secretario Gral ASAJA Castilla y León
Necesariamente tenemos que poner el foco de atención donde a día de hoy lo tienen todos los agricultores de Castilla y León y del resto de España: en la sequía. El sector sangra por la herida de un muy mal arreglo para paliar en parte los graves problemas económicos de la cosecha anterior, un arreglo vendido a bombo y platillo por nuestras autoridades agrarias y que se quedó en agua de borrajas. La mayoría de nuestros profesionales no han tenido respuesta favorable en los préstamos subvencionados, pues a los que se lo han aprobado les han recortado el importe a la mitad de lo prometido, y a no pocos le han aplicado cláusulas abusivas con las que no contaban. Lo demás, si es que lo hay, son pequeñeces que no conducen a nada, y lo que no ha llegado, es decir, la reducción de los módulos fiscales, habrá que ver en qué se queda.
Con todo el drama de la sequía y las heladas de este año 2017 que queremos que pase pronto y olvidarlo, lo que hoy preocupa a nuestros agricultores es la campaña de 2018, de la que ya comenzamos las siembras hace dos meses. Estamos tan preocupados que ya hemos llegado a pensar que no va a llover nunca, que quizás llueva tarde cuando ya la semilla se haya perdido o no se haya podido sembrar, que llueva poco y a destiempo y que la cosecha sea ruinosa, y empezamos a dudar, en este caso también con mucho fundamento, de que los pantanos cojan volumen suficiente y los acuíferos se recarguen lo necesario. Toda nuestra agricultura de regadío está en serio peligro.
Si no fuera por el problema de la sequía, el debate agrario estaría en la reforma de la PAC, en las normas de la contratación de remolacha, en la interprofesión de la patata, en los bajos precios que percibimos por nuestros productos, en la subida de las pólizas del seguro agrario, en el diferencial en el precio de la leche con respecto a nuestros colegas europeos, en las elecciones de representatividad a las que van a concurrir las organizaciones agrarias, y en los expedientes que duermen en las estanterías de la administración a la espera de ser resueltos. Pero todo esto pasa a un segundo plano, y mientras no llueva lo suficiente, hay que entender que no haya otra cuestión de preocupación ni de ocupación desde el punto de vista profesional. Y nos desespera pensar que si vuelve un mal año, de nuevo nuestras autoridades agrarias, las de la Junta y las del Ministerio, sigan mirando para otro lado y no den respuestas satisfactorias. Respuestas a la situación puntual de falta de recursos, y respuestas a medio y largo plazo como puedan ser las infraestructuras hidráulicas y una política de seguros agrarios que de verdad proteja.