Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Dos meses después de aparcar la cosechadora la tonelada de cereal se paga en Castilla y León veinte euros más que lo que nos ofrecían en verano. Un salto importante, aunque aún esté bastantes euros por debajo de lo que se paga en Francia, país por cierto del que España importa parte del cereal que consume, puesto que somos deficitarios en cereal, incluso en los años buenos en producción, como ha sido este 2020.
Contradicciones aparte, quiero insistir en el primer dato. En esos veinte euros que, por ahora, ha subido el cereal en España. Muy cerca queda el mes de agosto cuando, cotizando ya la tonelada a 195 euros en Francia, los intermediarios nos querían hacer comulgar con ruedas de molino a los agricultores, y nos ofrecían, no sé si con osadía o con desvergüenza, entre 150 y 170 euros. Desde ASAJA denunciamos esta situación, y aconsejamos a los agricultores que no vendieran precipitadamente, que estudiaran y espaciaran la salida de su producción aguardando el mejor precio. Así lo hicieron muchos profesionales, porque hoy sabemos que el mundo no se acaba en nuestra era. No estamos tan desinformados y aislados como a algunos les gustaría, sino por el contrario muy al tanto de cuanto ocurre en los mercados internacionales.
Por ello, cuando el consejero anunciaba en verano la buena cosecha (de las poquísimas noticias buenas de este 2020) y estimaba en 1300 millones de euros el valor de la producción, ASAJA respondió que había doscientos millones de euros que se habían perdido por el camino. Doscientos millones de euros que se querían embolsar los especuladores bajando bruscamente los precios respecto a los percibidos a 2019.
Estas tensiones no son nuevas. Cada cosecha, comienzan los intermediarios a tirar de la cuerda, tratando de sembrar el pánico y condicionar a los agricultores a ventas precipitadas a precio de ganga. Tretas ancladas en el pasado que cada vez tienen menos éxito, por fortuna.
La agricultura del futuro precisa de dimensión, maquinaria, tecnología y sostenibilidad, sí, pero también de una comercialización del siglo XXI: claridad y honestidad en las operaciones de compra, y transparencia en los precios, ya sea en el cereal, en la leche, o en cualquier otra producción. Y si algunos se resisten a asumir las reglas, las administraciones tienen que estar atentas para controlar esa especulación que durante demasiado tiempo ha permitido que unos pocos hagan dinero a costa del sector.
+Publicado en El Mundo de Castilla y León (19/10/2020)