Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León
Hace pocas semanas buena parte de los agricultores han liquidado la cosecha 2024. No es que los precios sean mucho mejores que en septiembre, pero la necesidad obliga, y no solo por cerrar el ejercicio fiscal. En las explotaciones falta liquidez. Tras varios años muy malos, en producciones y ahora en precios, los agricultores necesitan contar con algo, por poco que sea, para afrontar los gastos que necesariamente traen las siembras. Se llegará hasta donde se llegue, y todo parece apuntar que seguiremos la senda de los últimos años. En Castilla y León hemos pasado de dos millones de hectáreas de cereal a poco más de 1,5 millones. Si no siembras, puede que no ganes, pero lo que es seguro es que no gastarás en abono, semilla, gasoil. Y esas son las cuentas que se hacen los agricultores de Castilla y León, que no son muy diferentes de las que se hacen los agricultores franceses y del resto de países.
El hecho es que los ingresos netos de las explotaciones agrícolas cerealistas, modelo imperante en Castilla y León, siguen arrojando resultados negativos. Pese a que el tiempo en general benigno ha impulsado las producciones, los precios se han mantenido mínimos, un 25 por ciento por debajo de los registros de 2022, mientras que los costes de producción siguen altos.
La situación de un sector esencial como es el cereal en Castilla y León casa mal con esa renta agraria nacional que sube, según las cifras oficiales del Ministerio de Agricultura. Una subida con matices. Sí, ha habido más toneladas de cereal, pero partíamos de 2023, año de sequía. Sí, ha habido precio en ganadería, pero cada vez quedan menos explotaciones, y encima los problemas sanitarios se multiplican.
Los agricultores y ganaderos no ven alegría, y esta inestabilidad se refleja en los datos. Además de la bajada importantísima en la superficie de cereal, en vacuno tenemos 100.000 cabezas menos que en 2023; en ovino 142.000 menos; en caprino 5.000 animales menos, y en porcino 80.000 cabezas menos que el año anterior. La producción de carne se ha recortado igualmente en 52.000 toneladas. Y en leche, hoy ya solo hay 650 explotaciones de vacuno de leche, 75 menos que el año anterior, y en ovino son 950, 50 menos que en 2023. A esto hay que sumar que, por primera vez en mucho tiempo, los viticultores se están planteando arrancar viñas.
La volatilidad continua de los mercados, que afecta tanto a los precios que percibimos por nuestra producción como a los insumos que necesitamos, hace muy difícil equilibrar las cuentas. Si añadimos la presión que existe sobre el suelo –en agricultura los macroparques fotovoltaicos y en ganadería intereses varios que pretenden expulsarla del territorio- se puede entender la desolación de los profesionales. Por eso, los políticos deberían ser extremadamente cuidadosos y no añadir penas que dificulten más la tarea a los agricultores y ganaderos, llámese PAC, Mercosur o cualquier otra limitación pretendidamente medioambiental que pueda asfixiar al sector. En Castilla y León tenemos capacidad de producir y futuro, pero solo si nos dejan.