José Antonio Turrado. Secretario General de ASAJA de Castilla y León
Desde hace unos meses venimos asistiendo a una situación económica inflacionista que comenzó con un grupo de materias primas y que en la actualidad es ya generalizada. En lo que a nosotros afecta, esto comenzó con la subida del acero, del hierro para entendernos, creando un serio problema a los agricultores y ganaderos a los que ha pillado con construcciones agroganaderas, donde los contratistas no mantienen los precios más allá de una semana. Pero también a quienes han necesitado comprar un tractor o cualquier otro tipo de maquinaria, que por lo general su principal componentes es el acero, donde las subidas están siendo también constantes y puedes encontrarte con precios de un 25 por ciento superiores a los de hace un año. Detrás del acero han llegado las subidas de precio de productos como el PVC, el polietileno u otros similares, y con ello han disparado los costes, por ejemplo, de las infraestructuras de modernización de regadíos, o la instalación de granjas intensivas como las de pollos, conejos o cerdos. Además, mucha de nuestra maquinaria tiene tecnología compleja, particularmente los tractores y otras máquinas autopropulsadas, y los fabricantes están sufriendo la escasez y el sobrecoste de los componentes electrónicos, lo que está ralentizando las cadenas de producción y retrasando los envíos, con lo cual, además de comprar más caro, tenemos que aceptar plazos de espera de varios meses.
Teniendo relación con esto o no teniéndola, asistimos a una subida desmedida del gasóleo agrícola en línea con la subida de todos los carburantes, y asistimos a una subida desproporcionada de la electricidad, energía esta última de la que los ganaderos productores de leche y los agricultores de regadío son grandes consumidores.
Metidos en esta vorágine, ya se anuncian subidas para los abonos minerales que compraremos masivamente a la vuelta del verano, y ya estamos viviendo todos en nuestras propias carnes que nos suben las tarifas de prácticamente todos los servicios que recibimos de diferentes profesionales que trabajan para este sector primario. Esto es la inflación, un fenómeno económico que no se esperaba y que los expertos tendrán que decir a qué se debe, y sobre todo, cuánto va a estar entre nosotros, cuándo se va a corregir, y qué consecuencias va a ocasionar a la economía en general y a la economía agraria en particular.
Pero lo peor de la inflación es cuando lo que tú produces y vendes no sube o no lo hace en la misma proporción, que suele ser lo general en lo nuestro de la agricultura y la ganadería. Como excepción podríamos citar el alza de los cereales y proteaginosas y oleaginosas, pero, además de no tener claro si las cotizaciones se mantendrán en cosecha, no hay que olvidar que lo que satisface a una parte del sector se convierte en pesadilla para la otra parte, la de los ganaderos que tienen que pagar los piensos a precio de oro.
Así las cosas, en puertas a una cosecha que no parece que vaya a ser mala, y con unas expectativas en la agricultura de primavera de regadío aceptablemente buenas, el mayor problema que tenemos hoy en el campo se llama la inflación. Esa subida de precios que se llevará una parte a mayores de nuestros dineros cuando hagamos las inversiones, o simplemente cuando compremos cualquiera de los medios de producción, empezando por los abonos o por los piensos.