José Antonio Turrado. Secretario general de ASAJA Castilla y León
El consejero de Agricultura y Ganadería presentó en León los datos de la cosecha de maíz de la campaña 2020 con el fin de poner en valor un cultivo que en las últimas décadas se ha adueñado de una gran parte de los regadíos de la comunidad autónoma, en particular de los que aprovechan las aguas superficiales de los distintos pantanos y embalses. Este cultivo ha ido ganando peso desde el punto de vista agronómico y económico en nuestro territorio, y no solamente en León a pesar de ser en esta provincia donde alcanza la mayor relevancia. Es justo fomentar un cultivo del que somos claramente deficitarios al importar cada año ingentes cantidades de este grano para alimentar nuestra cabaña ganadera, y es el maíz el que también como forraje es imprescindible para tener una cabaña ganadera de producción de leche viable y competitiva. Castilla y León no podría competir en la producción de leche, en un contexto nacional y un contexto de la Unión Europea, si nuestras granjas no se abasteciesen de maíz de la propia explotación para asegurar una ración de volumen con alto valor energético a bajos costes.
En pocos años nos hemos adaptado a un mercado mundial de los cereales que incluye también el del maíz. Nuestros cultivadores perciben precios internacionales sumando, como mucho y el mejor de los casos, el coste de los fletes desde otras zonas de producción como son Estados Unidos, los países que baña el Mar Negro o la vecina Francia. Y el cultivo es competitivo porque nuestros agricultores son buenos profesionales que consiguen altas producciones, producciones estables gracias al regadío, y porque este cultivo todavía no ha alcanzado su techo productivo, que cada año se supera a base de mejoras en la genética de las semillas, el abonado, y las buenas prácticas agronómicas. En este mercado globalizado, nuestros productores juegan con desventaja al estar sujetos a estrictas normas medioambientales, y sobre todo al no poder utilizar semillas transgénicas pensadas para resistir enfermedades, combatir de forma eficiente las malas hierbas, o aguantar el estrés de la falta de agua.
La modernización de los regadíos ha sido la gran lanzadera de este cultivo, que por el contrario se ha visto condenado en las fincas que se riegan con sondeos profundos y que por ello soportan un elevado coste energético. Se trata de un cultivo agradecido que paga en producción los desvelos de los buenos agricultores y que permite soñar con cosechas que mejoren las del año anterior. Pero, como todos los cultivos, su margen es muy escaso, por lo que se requieren de amplias superficies de terreno. que no siempre se consiguen, y que casi siempre se pagan por más de lo que valen. A esto se suma un sistema de comercialización que desprotege al productor provocando desequilibrios en la cadena de valor, y se suma una administración que, en aras al medio ambiente, no deja de legislar para restringir los tratamientos y reducir las dosis de abonado. Es difícil conseguir mejorar producciones si no somos eficaces en el tratamiento de enfermedades y malas hierbas, si no alimentamos la planta con los minerales que necesita, sobre todo nitrógeno. Y no competiremos en los mercados mundiales si no tenemos las mismas herramientas que nuestros competidores.