Celedonio Sanz Gil. Periodista y analista agrario
Los campos de Castilla vuelven a ser testigos principales de la batalla de cada año del mercado de cereales. En el inicio de esta campaña 2018-19 esa lucha cotidiana entre los agricultores y sus asociaciones cooperativas, vendedores, y los almacenistas y demás intermediarios, que son los verdaderos compradores del cereal, se está recrudeciendo de forma considerable. Da toda la impresión de que, una vez más, en esta confrontación volverán a perder los productores, que venderán con una leve subida, de céntimos por kilo, ¡para que no se quejen tanto!, mientras los intermediarios y esos otros agentes que pululan por el mercado cerealista nacional se llevarán sustanciosas ganancias a su costa, de decenas de céntimos por kilo.
Hoy la situación del mercado es alcista, pero con un alza muy lenta. Las ventas no superan los 190 euros por tonelada para el trigo y los 178 para la cebada. Unos precios que a los agricultores les parecen absolutamente insuficientes, que no concuerdan con la realidad de la división de fuerzas entre la oferta y la demanda debido a la evolución prevista en el mercado mundial de cereales. Un argumento que siempre se ha usado en su contra, precisamente el pasado año con la pésima cosecha española, sin grano nacional, se argumentaba que no se podía pagar más porque sobraba cereal en el resto de Europa y del mundo. Ahora el grano escasea en los principales países productores.
La situación ha cambiado de forma sustancial en apenas dos meses. Las previsiones de cosecha de trigo para campaña 2018/19 han caído notablemente debido a las altas temperaturas y la fuerte sequía de primavera y verano en el centro y norte de Europa.
El grano escasea
En la UE el recorte es de 4,13 millones de toneladas respecto a las previsiones del mes de junio y de 8,8 millones sobre la pasada campaña, se pueden quedar en 143 millones de toneladas de trigo recogidas, frente a los más de 151 millones de la campaña 2017/18.
En Rusia el descenso se sitúa en 1,5 millones de toneladas sobre la previsión de junio y en 18 millones sobre la recolección del año anterior, se quedarán en 67 millones de toneladas cuando cosecharon más de 85 la campaña anterior.
La situación es muy parecida en Ucrania, perderán un millón de toneladas sobre la previsión de junio y 1,5 millones frente al año anterior. La cosecha de trigo se quedará en unos 25,5 millones cuando recogieron más de 27 millones el año precedente.
Con estos condicionantes los agricultores consideran que un precio justo para el grano nuevo debería estar entre los 200 y los 203 euros tonelada para el trigo y entre los 188 y 190 euros tonelada para la cebada. Unos precios que nadie quiere pagar en las eras de Castilla (aunque las eras ya no sean de hierba ni al aire libre y los montones ahora se acumulen en grandes naves bien cubiertas donde entran los tractores cargados y salen vacíos, mientras los camiones entran vacíos y salen cargados).
En las eras de Castilla no lo paga nadie. Sin embargo, en las operaciones en puertos del Mediterráneo, de Tarragona a Almería, con grano disponible para comienzos de septiembre sí se están pagando hasta 203 euros por tonelada de trigo.
Por eso, a los agricultores se les recomienda vender con tiento, porque todos los operadores consideran inevitable una subida, y una subida importante, en el precio de los cereales en los próximos meses.
Las previsiones apuntan a que el calor y la sequía que sigue castigando al centro y norte de Europa se dejarán notar también en la cosecha de maíz. Tan sólo se prevé un recorte de precios en la soja, ya que la guerra comercial entre China y Estados Unidos ha hecho que la soja estadounidense se quede fuera de uno de sus principales mercados y esté buscando con urgencia nuevas salidas.
Intermediarios más ricos
Ahora bien, esta situación coyuntural vuelve a poner de manifiesto la inexplicable disfuncionalidad del mercado de cereales en la vieja Castilla. Siempre recuerdo una conversación de niño con mi padre en la era, con la pala y la escoba en la mano, esperando a que volviera el camión de la báscula, donde había ido a destarar con mi hermano, para que cargara de nuestro montón de trigo. Yo le preguntaba que dónde iría nuestro grano y él me contestaba que a alguna fábrica de piensos o de harinas. Yo le decía que por qué no lo llevábamos nosotros y ganaríamos más. Después de darle algunas vueltas, él me contestó que no por dos razones: primero porque los agricultores somos “tontos y desconfiados y ni siquiera nos juntamos para ganar dinero” y, segundo, porque “los almacenistas son los más ricos de la comarca, los que teniendo el capital no van a dejar que nosotros se lo quitemos”.
Las cosas han cambiado bastante en el campo. Los pocos agricultores que quedan ahora tienen un volumen de producción muy importante que les permite negociar desde una posición más ventajosa. Pero los comerciantes de grano permanecen y siguen campando a sus anchas y siguen teniendo una posición predominante en las lonjas que no se corresponde con su verdadera importancia en los intercambios comerciales de cereal.
Las lonjas cierran con subidas de un céntimo alguna semana y el resto son siempre repeticiones porque no hay acuerdo. En los almacenes, en las eras, ahora con el móvil, te enseñan esas cotizaciones reiteradas y parece que están haciendo un favor a los productores cuando se muestran dispuestos a ofrecer un céntimo más por kilo, siempre que se puedan llevar el grano ahora mismo. Porque saben que ellos en estos momentos pueden sacar hasta diez céntimos más por cada kilo de trigo.
El problema de siempre, el de los intermediarios en el campo. Los que siempre ganan, sea la cosecha buena o mala, estén los precios al alza o a la baja.
Al final el año puede ser muy bueno para los agricultores. Tendrán que reconocerlo por encima de sus quejas. En una campaña que se inició con una siembra en condiciones de sequía, con una nascencia incierta, y que llegó a la primavera envuelta en lluvia y brumas, pero que ha salido en este verano casi a pleno sol. La producción ha aumentado y los precios también, aunque no todo lo que quisieran.
Esta situación tendrá un efecto inmediato en los pueblos. Una buena cosecha sigue siendo lo mejor para reactivar la economía del medio rural.