Celedonio Sanz Gil
La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha emitido este mes de mayo su informe “no vinculante” sobre el proyecto de “Real Decreto relativo al etiquetado del origen de la leche como ingrediente en el etiquetado de la leche líquida y los productos lácteos”. Una normativa del Ministerio de Agricultura que lleva ya más de un año de tramitación y que, entre unas cosas y otras, es difícil que vea la luz, a pesar de que es una de las medidas plasmadas en el Acuerdo Lácteo alcanzado por la Administración y las asociaciones de productores para apoyara la leche nacional y afrontar la liberalización del sector en la UE, que sucedió ya el 1 de abril de 2015.
En su análisis la CNMC vuelve a demostrar su desconocimiento de los mecanismos de los mercados agrarios y la animadversión al sector de la alimentación en general, en el que ya ha impuesto cuantiosas multas por supuestos acuerdos para elevar los precios. Eso sí, no les importa que los productos agrarios multipliquen su precio por cinco, diez, veinte o doscientas veces desde el productor al consumidor. Por ejemplo, que ahora la patata se esté pagando al agricultor a 15 céntimos el kilo y en la tienda cueste más de un euro, no merece ni siquiera un análisis ni multa de ningún tipo.
Volviendo a la leche, el meollo de su informe se centra en que imponer la obligación de indicar la procedencia de la leche en el etiquetado no supondrá ningún beneficio para el consumidor porque no garantiza la mejor calidad. Una afirmación altamente cuestionable ya que la leche requiere muchos cuidados, con inversiones cuantiosas, en sus procesos de tratamiento, transporte, conservación y transformación, y consumir el producto de cercanía presupone mayor garantía de frescura, menos rigidez en los tratamientos y, al menos, menores costes de transporte. O sea, más calidad y mejor precio.
Advierte que el mismo Ministerio reconoce que ha recomendado su inclusión y que si las industrias no lo han hecho por algo será. Muy sencillo, no lo han hecho porque venden leche y productos lácteos elaborados con materia prima importada. Atenerse a la verdad y ponerlo en un envase es muy mala propaganda.
Habría que recordarles que en España se producen en torno a 6 millones de toneladas de leche cuando el consumo supera los ocho millones. Importar leche es una obligación porque desde la incorporación a la UE se le han cortado las alas al productor nacional, con unas cuotas de producción infames, que apenas superaban los cinco millones de toneladas, y obligando a consumir aquí los excedentes de leche y quesos baratos de Francia, Holanda o Alemania. Al mismo tiempo, los ganaderos abandonaban por miles la actividad ya que desde hace décadas no se consiguen unos precios dignos. Hoy los precios de la leche de vaca están por debajo de la media europea y apenas alcanzan los costes de producción.
Insisten en que el hecho de que otros países de la UE lo hayan hecho no debe suponer justificación alguna para que en España se haga. Estos señores parece que viven en su mundo ideal, construido con sus importantes salarios que pagamos entre todos, y les cuesta muchísimo bajar a la tierra. Esta obligación ya funciona en países como Francia, Italia y Portugal. Como siempre nuestros vecinos galos han sido pioneros y todos los implicados en el sector reconocen que ha sido muy positivo. Ha elevado el consumo de leche y productos lácteos franceses porque la gente “normal” quiere defender lo suyo. Es lo lógico. Pero estos señores de la CNMC están tan por encima de la gente que ni pueden ni quieren rebajarse a la comprensión de este simple planteamiento que no alcanza sus miras de liberalización y globalización.
En sus conclusiones insisten en su letanía y realizan dos recomendaciones. Primero justificar en mayor medida la “afectación a los intereses públicos tasados en la norma, la relación entre el origen de la leche y las cualidades de la leche y los productos lácteos, y la relevancia de estos para los consumidores finales”. La misma redacción ya roza la incomprensión por “afectación” y oscurantismo. Cualquiera sabe, como ya hemos dicho, que si quieres leche fresca cuanto más cerca se produzca mejor y menos costará transportarla, lo que genera mejor calidad y precio para el consumidor final.
En segundo lugar, reclaman “mayor justificación sobre las razones imperiosas de interés general que se ven afectadas en la situación actual” y “justificar la proporcionalidad de la nueva exigencia a la luz de las posibles alternativas menos gravosas existentes”. Esto es realmente gracioso. ¿Qué alternativas hay? O se pone de dónde viene la leche o no se pone. ¿Costoso? Parece que estos señores no han visto los envases de leche o productos lácteos, que van más repintados que la Pantoja de Puerto Rico. ¿Qué les cuesta poner un bocadillo con la leyenda “LECHE DE ESPAÑA” o de Francia o de dónde sea? No les cuesta nada. Lo que parece que les cuesta es comprarla a los ganaderos de aquí y a un precio justo.
Acaso no es de interés general para el país la pervivencia de un sector productivo que está en muchos lugares al borde de la desaparición. ¿No les parece a estos señores del máximo interés general mantener la actividad económica en nuestros pueblos que se vacían a marchas forzadas y potenciar cualquier iniciativa que permita su desarrollo?
Además, los consumidores tienen derecho a recibir toda la información sobre los productos que compran, y conocer su origen es un dato fundamental. Hay que saber de dónde viene la leche que bebemos. Algo que ya funciona para otras mercancías sin problema alguno.
¿Cómo es posible que haya que explicar estas cosas a unos señores expertos o que se hacen pasar por ello y cobran como tales? Habrá que buscar otra explicación y pensar que sus reticencias responden a la defensa de intereses espurios, ligados a las grandes empresas multinacionales del sector.
En cualquier caso, son unos argumentos tan endebles que no deberían requerir la más mínima atención por los responsables de la Administración.
Lo que pone de manifiesto es la “mala leche” que tienen al campo estos señores de la CNMC y la “mala leche” que nos hacen rumiar a los que tenemos que leer sus informes. La “mala leche” ha sido siempre uno de los principales problemas de este país. Más les valdría, a ellos y a todos, consumir más de la buena leche, los grandes quesos y productos lácteos que aquí tenemos para que se les disipen tantas dudas perniciosas.