Celedonio Sanz Gil
El mundo vive hoy pendiente de la guerra comercial desatada entre el Gobierno de los Estados Unidos y China. Nadie sabe muy bien cómo ha empezado y, por supuesto, nadie sabe cómo acabará, pero ha puesto en solfa lo que casi se había convertido en un identificador axiomático de nuestro tiempo: la libre circulación, el comercio mundial y la economía global, sin muchas cortapisas.
Para la Administración estadounidense, el gigante asiático se ha convertido en el gran enemigo que con sus exportaciones a bajo precio provoca el cierre de la industria local y no le duelen prendas en cerrar la puerta de sus mercados con una importante subida de aranceles en los productos más sensibles. No parece importarles que haya aumentado el déficit público o que ese proteccionismo esté manteniendo una industria no competitiva, obsoleta. En Estados Unidos viven un nuevo milagro económico, casi con pleno empleo y aumento de la renta de los trabajadores. Por su parte China busca nuevos mercados con los que suplir al ahora reticente aliado económico americano.
Esta situación abre una gran oportunidad para la Unión Europea y muy especialmente para el sector agrario español.
La ganadería china vive un momento muy complicado por el impacto de la Peste Porcina, una plaga que está venciendo sus estructuras sanitarias, que está muy lejos de controlar, y que obligará a poner en marcha medidas drásticas si de verdad quieren erradicarla. Medidas que supondrán el cierre de más de la mitad de las explotaciones existentes y poner en marcha un nuevo sistema de granjas con modernas estructuras de producción y el cumplimiento de estrictos controles veterinarios. Esto puede llevar al Gobierno chino a poner en marcha un nuevo plan quinquenal, aunque allí todo tiene una planificación central y todo se magnifica, para bien o para mal, pero prevén al menos cinco años de mantenimiento de déficit del sector porcino. Mientras tanto, hay que alimentar a una población que sigue creciendo y que ya no se conforma con su ancestral dieta de arroz y soja.
Buenas expectativas
Los datos indican que las exportaciones del sector porcino español a China se han incrementado en más de un 30 por ciento en el primer trimestre del año, sobre las cifras récord del año anterior, y las expectativas siguen siendo muy alentadoras. Esto ha llevado al porcino nacional a precios por encima de los 1,3 euros kilo en vivo. Los ganaderos están viviendo una nueva época dorada, con grandes expectativas, que se puede refrendar este verano, cuando aumente la demanda nacional para alimentar a los turistas.
Nadie quiere levantar la voz, pero ahora se están resarciendo de los años de crisis, incertidumbre y pérdidas. Además, se anuncia una buena cosecha de cereales, que está haciendo bajar los precios del grano en los principales mercados de futuros, lo que conjuga una ecuación de rentabilidad casi perfecta.
De añadido China puede ser también la salvación del sector lácteo comunitario. Ahora se comenta que la ganadería de vacuno en aquel país se está centrando en el sector cárnico, para paliar las carencias del sector porcino y su menor aporte proteico en la alimentación de la población, lo que conllevará un importante descenso de la producción láctea nacional que deberán compensar con mayores importaciones de leche. Leche que deberán comprar, sobre todo, en el excedentario y libre mercado comunitario en el que los ganaderos de vacuno de leche llevan años acumulando pérdidas y cerrando granjas.
Pero si China es la gran esperanza exterior para la ganadería de la UE en general y de España en particular, el enemigo está en casa. La oposición a las nuevas instalaciones de ganadería intensiva se ha convertido en un nuevo motivo central en la lucha de los grupos mal denominados ecologistas. El NO a lo que ellos llaman “macrogranjas” es un eslogan cada vez más repetido y que se extiende por diferentes pueblos en cuanto estos colectivos se enteran de la solicitud de los correspondientes permisos para la instalación de una de estas explotaciones.
Contaminación por olor
El debate sigue vivo y se puede decir que se recrudece y será mayor aún en los próximos años. Basta observar la legislación que se está imponiendo en otros países europeos. Por ejemplo, en la normativa agraria de Holanda se ha añadido un nuevo motivo directo de cierre para las explotaciones de porcino, a la contaminación de los suelos y las aguas por los residuos sólidos, se une la influencia del ruido y los olores sobre las poblaciones, para lo que se habilita incluso un estudio de las corrientes de aire más habituales en cada lugar. El Gobierno holandés ya ha puesto en marcha una nueva línea de ayudas para los ganaderos que se vean obligados a cerrar sus explotaciones por este motivo en los próximos años.
Un reciente estudio indicaba que de las cerca de 4.800 explotaciones de ganado porcino existentes en Holanda unas 3.200 desaparecerían hasta el año 2030, prácticamente todas las granjas familiares debido, sobre todo, a la implantación de todas estas medidas medioambientales, con las necesarias inversiones que exigen para cumplirlas, y a la falta de sucesor.
Este movimiento parece imparable, el campo ha perdido ya la batalla en los medios de comunicación. Las macrogranjas se han convertido en el nuevo monstruo contra el que luchar. No importa que se explique que en realidad no son tan grandes, que para su implantación se exige el cumplimiento de unos requisitos medioambientales estrictos, muy restrictivos, y que, por otro lado, generan riqueza y puestos de trabajo en unas zonas muy deprimidas.
No importa. En estos momentos la degradación del planeta es un hecho contrastado y los planteamientos ecologistas están llegando a máximos. No les importa que los pueblos se vacíen. Es más, es lo que quieren, y que la naturaleza vuelva a ser salvaje y feraz por estas tierras superando los miles de años de implantación humana.
La esperanza es China y la tontería es nuestra.