“Hoy es imposible plantear una producción agraria sin tratamientos. Supondría una enorme reducción en los actuales rendimientos, incrementando los precios, la superficie cultivada y el hambre en el mundo”
Celedonio Sanz Gil
El movimiento de protesta por la degradación del planeta y el cambio climático se ha convertido en un elemento de primer orden en la actualidad diaria. Una adolescente sueca de 16 años, Greta Thunberg, que decidió manifestarse ante el Parlamento de su país después de la plaga de incendios en Suecia el verano pasado, en el que se registraron las temperaturas más altas de la historia, se ha convertido en un referente para miles de jóvenes estudiantes que salen cada viernes a protestar contra la inacción de sus padres, de sus empresas y de sus gobiernos ante lo que consideran una flagrante destrucción del planeta y de su futuro.
Las manifestaciones se suceden desde Bélgica a Alemania, Australia, Polonia o España. Nadie puede eludir la fuerza de este movimiento porque a estos jóvenes no puede acusarseles de nada. Es imposible encontrar en una joven sueca de 16 años un interés malsano y es imposible también no estar de acuerdo con su indignación, hay que admirarla por su valentía y naturalidad al explicar su mensaje, aunque sea ante los grandes mandatarios en la Cumbre del Clima de la ONU. El cambio
Al socaire de todas estas iniciativas ha crecido el interés por la agricultura ecológica y movimientos integristas que pretenden criminalizar la agricultura y ganadería convencional. A los agricultores y ganaderos que únicamente trabajan cada día y en cada pueblo, en cada explotación, para sacar adelante a su familia, buscando la rentabilidad, con profesionalidad y atendiendo a las normas que establecen los gobernantes, cada día más restrictivas y más costosas en todo el territorio de la UE.
En este sentido, conviene resaltar las conclusiones de un estudio encargado por el Parlamento Europeo y realizado por la universidad belga de UK Leuven en el que se evalúan las posibilidades de una agricultura sin prod
uctos fitosanitarios, sin usar herbicidas, fungicidas e insecticidas, como dicen que se hace en lo que se denomina “agricultura ecológica”.
La conclusión fundamental es que hoy es imposible plantear una producción agraria sin Productos de Protección de las Plantas (PPP).
Menos saludables
Los autores advierten que el escenario inmediato enfrenta a la sociedad a alimentar a 11.000 millones de personas en el planeta. Por eso, es impensable plantear una reducción en los actuales rendimientos de los cultivos agrarios, si no se
quiere incrementar el hambre en el mundo, al que se enfrentan cada día más de tres millones de personas.
En este sentido, advierte que, si todos los alimentos se produjeran en sistemas de producción ecológica, con menores rendimientos y más cara que la agricultura convencional, los colectivos sociales con menores i
climático está ahí. En las altas temperaturas del verano sueco y en los treinta grados de algunas semanas en el invierno español, en los períodos de extrema sequía o en las grandes inundaciones que se reparten por toda la Tierra, en la desaparición del hielo en el Ártico o en el continente antártico.
ngresos se verían arrastrados hacia una alimentación barata y menos saludable. Esto implicaría para la sociedad y para los recursos naturales del planeta un coste mayor, en política social y sanitaria, que el que representa el empleo de estos productos fitosanitarios.
Porque el estudio también hace hincapié en dos aspectos muy importantes que casi siempre se olvidan en este debate.
Por un lado, recalca que no está probado científicamente que los alimentos producidos usando PPP sintéticos sean mejores o más nutritivos que los que producidos usando PPP naturales. Ni tampoco está probado que el empleo de PPP naturales sea mejor para la diversidad y el medio ambiente que los PPP sintéticos. Advierte que la proliferación de la agricultura ecológica, con sus menores rendimientos, obligaría a un incremento de la superficie de cultivo, lo que tendría un mayor impacto negativo para la biodiversidad a nivel mundial.
En su opinión, el público en general tiene una “pésima” percepción de los riesgos que implica el uso de estos productos por los mensajes “conflictivos que recibe” y considera a los científicos sospechosos de trabajar bien a favor de la industria química o de las organizaciones ecologistas no gubernamentales, que sus evaluaciones de riesgo son arbitrarias y los resultados dependen de quien pague el estudio.
Riesgo aceptable
Frente a ello, los autores del informe sostienen que los productos fitosanitarios se encuentran entre los compuestos más y mejor estudiados en la sociedad científica actual. Admiten que su utilización no implica un riesgo cero, pero sí un riesgo aceptable en función de los conocimientos científicos actuales. Insisten en que las reevaluaciones periódicas, obligatorias por la normativa comunitaria, de cada uno de estos productos garantizan el mantenimiento de sus riegos en niveles aceptables. Recalcan que sus factores de riesgo son mucho menores que el de otros muchos elementos que un ciudadano “normal” utiliza en su vida diaria.
En cualquier caso, reconocen que en el futuro es necesario avanzar hacia una reducción en el uso de estos PPP mediante un sistema de cultivo que aproveche las nuevas tecnologías, con una agricultura de precisión y el desarrollo de variedades de semillas resistentes por técnicas de reproducción clásicas y novedosas, armonizado con una gestión integral de control de plagas.
La realidad es que es necesario valorar en su justa medida el trabajo los cientos de miles de agricultores y ganaderos que cada día, en la agricultura y la ganadería convencional, realizan su trabajo, adecuándose a las normativa medioambiental vigente, manteniendo su ética tradicional, utilizando la maquinaria y las innovaciones tecnológicas que la ciencia pone a su servicio, intentando rentabilizar sus explotaciones en un mercado internacional global cada vez más competitivo, teniendo en cuenta que debe competir con países con una legislación mucho más laxa en estos temas.
Los estudios científicos demuestran que es mucho más impactante para el cambio climático la contaminación que generan los cruceros que se extienden cada vez más por las rutas marítimas y fluviales, barcos de enorme tamaño que usan combustibles que en tierra están prohibidos.
Sin alimentos no podemos vivir, incluso algunos no podrían vivir sin cruceros. Llegará un momento en que será necesario elegir y la agricultura siempre será primordial, aunque nunca se podrá llegar a un riesgo cero en el uso de los inputs productivos.