Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA Castilla y León

Los tiempos están revueltos, mucho más de lo que solían. Los problemas políticos ya no son solo los de la provincia, ni los de la comunidad autónoma, ni siquiera del país. Hasta Europa se queda ya pequeña, puesto que hoy los conflictos crecen a lo grande en todo el planeta. Y mientras, agricultores y ganaderos seguimos tratando de que nuestras explotaciones sigan adelante. 

Así las cosas, se presenta un nuevo documento para adaptar la PAC a la realidad del terreno, que es lo que los agricultores llevamos mucho tiempo pidiendo en las calles. Las palabras del comisario Hansen no suenan mal, por ejemplo, nos reconoce como empresarios que nos jugamos trabajo y dinero para innovar y producir alimentos y riqueza, y admite la imposibilidad de prohibir fitosanitarios y otras prácticas si no hay sustituto posible. Pero pasa por alto dos puntos fundamentales: cuantificar y asegurar el presupuesto PAC, y establecer una prioridad clara para los profesionales del campo, para los que vivimos al cien por cien de la agricultura y la ganadería y estamos ligados a la tierra. Marcar los límites es fundamental, más cuando vamos a un panorama muy complicado y los recursos financieros van a estar más limitados que nunca. La UE tiene que ir por el camino de ajustar la PAC a los agricultores y ganaderos cotizantes, los que no fallamos, los que aseguramos la explotación porque es nuestra vida, los que no especulamos ni picoteamos en cincuenta historias.

Decía que escaparse de los líos políticos de hoy es imposible. En un acto tan cotidiano para el agricultor como es abonar el cereal, van a influir las tensiones geopolíticas del planeta. Para plantar cara a Putin, Bruselas anuncia un arancel creciente para el abono ruso y bielorruso. Se anuncian subidas entre 40 y 45 euros por tonelada en los nitrogenados, lo que supone unos 50 millones de euros a mayores en gasto de abono para el campo de Castilla y León. Y eso en el primer año, porque puede incrementarse 400 euros más por tonelada hasta 2028.

Es cierto que el abono ruso supone solo el 10 por ciento de nuestro consumo nacional, pero o mucho me equivoco o ya aprovecharán los de siempre para subirnos el precio antes de tiempo. En conclusión, cuando esparzamos el abono tendremos que medir bien la cantidad, tendremos que reducir aún más la superficie sembrada, en definitiva, tendremos que limitar nuestra capacidad productiva, en hectáreas y en rendimientos. Porque fiarse de que luego el precio que te paguen por el cereal compensará los costes es el cuento de la lechera, a la experiencia de estos años me remito. En el precio del cereal vuelve a influir lo que ocurre en el mundo, y da igual que tengamos buena o mala cosecha, que cotizará a lo que digan las bolsas  y quieran pagarnos los intermediarios.

Al lado de los conflictos que hay en el mundo parecerá cosa pequeña, pero para una explotación, la rentabilidad depende de ahorrar unos céntimos en los costes de producción, entre los que el abono es el principal, puesto que supone más del 30% del gasto por hectárea. Cualquier medida política que permita avanzar en este sentido es fundamental, desde buscar otros mercados proveedores de fertilizante hasta mejorar la gestión y tratamiento de estiércoles ganaderos para que nutran nuestra agricultura.